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Nuestra Señora del Roble

Paseando por arboledas, a veces llego a lugares en los que de repente siento algo indescriptible que me obliga a detenerme. Puede que sea la majestuosidad de un árbol concreto que parece hablarme, o bien la luz, o la atmósfera de encantamiento que envuelve un recoleto grupo de árboles. Lo cierto es que me siento traspuesta; mi mente se acalla de inmediato y mi ánimo da un salto hacia dentro, hacia mi consciencia más profunda; entro en estado de éxtasis por el impacto de la belleza conmovedora de los árboles.  En esos momentos puedo comprender la admiración y reverencia que sintieron por los árboles los pueblos antiguos, pues su poder silencioso me alcanza.

Un día de primavera, explorando las arboledas alrededor del pueblo de Constantina (Sierra Norte de Sevilla), descubrí la ermita de la Virgen del Robledo. Ya conocía advocaciones de la Virgen relacionadas con el mundo vegetal, sin embargo, desde que escribo este blog, era la primera vez que me encontraba en un lugar concreto donde se había manifestado esta misteriosa relación Virgen-Árbol. En la tradición católica hay muchas manifestaciones de vínculo espiritual de los árboles y arboledas con la figura de la Virgen María que muchos autores conectan con veneraciones a los árboles sagrados de los tiempos precristianos.

Ermita_Robledo_Constantina

En la religión católica la Virgen María recibe muchos nombres complementarios o advocaciones que la relacionan con árboles. En esos casos los nombres de árboles o de formaciones boscosas se añaden a “Virgen”, “Santa María” o “Nuestra Señora”. El origen de estas denominaciones casi siempre está vinculado a apariciones de la Virgen sobre las ramas de algún árbol o a los hallazgos de imágenes marianas escondidas en oquedades de troncos. Son sucesos envueltos en cierto misterio que suelen ir acompañados de episodios milagrosos y del inicio de una fervorosa devoción popular, con la consiguiente edificación de una ermita o santuario en el lugar arbolado.

El culto a estas advocaciones marianas relacionadas con sitios boscosos o con algún árbol, está bastante extendido por Europa y América. En España, se puede encontrar toda una variedad de advocaciones arbóreas de la Virgen, que son usadas como nombres propios de mujeres y niñas.  Como ejemplos de nombres con árboles, se pueden citar la Virgen del Pino, del Olmo, del Sauce, del Fresno, del Enebro, de la Sabina, de la Palmera (o de la Palma), de la Higuera, del Almez y del Tejo; y de nombres con arboledas, la Virgen del Hayedo, de la Olmeda, del Pinar y del Enebral. También existen advocaciones relativas a especies cultivadas como la Virgen del Castaño, del Cerezo, del Manzano, de la Oliva, del Olivar, del Avellanar y de la Nuez¹.

Los árboles que más veces aparecen en las advocaciones marianas son los cuercos (especies del género Quercus), tanto los robles (Virgen del Roble, del Robledo, de la Carballeda, del Carballo, del Rebollet y del Roure), como la encinas (Nuestra Señora de la Encina, del Encinar o del Carrascal). Hay que recordar que en Europa el roble era venerado como árbol sagrado durante los tiempos precristianos.

Me he detenido a explorar con más  atención tres ejemplos de esta asociación de la Virgen con el roble. La más cercana es la Virgen del Robledo de Constantina (en la provincia de Sevilla donde resido, en España), la segunda es Nuestra Señora del Roble, al otro lado del Atlántico, en México, y por último, María del Roble en Alemania. Tres historias diferentes pero con mucho en común.

Virgen del Robledo, Constantina, España

La leyenda cuenta que:

Virgen del RobledoEn el  paraje conocido como “El Robledal”, un joven pastor llamado Melchor estaba cuidando sus ovejas y de repente vio en un roble un intenso resplandor, al acercarse  descubrió a la Virgen María encima de las ramas del árbol.  Fue a contarlo al pueblo, pero nadie le creyó y el cura de la parroquia le pidió alguna prueba. El pastor volvió hasta el roble y la Virgen le dijo que cuando regresara al pueblo los vecinos se habrían curado de la peste bubónica, que entonces azotaba a la villa, y que ante el sacerdote se descubriera el pecho. 

Cuando llegó a Constantina le dijeron que los enfermos habían sanado y, al encontrarse con el cura, se descubrió el pecho y tenía una rosa grabada en su piel. Entonces, todos los vecinos del pueblo se dirigieron al árbol de la aparición a rezarle a la Virgen. Poco después, en ese lugar se levantó una pequeña ermita para darle culto. La imagen, tomó el nombre de la arboleda “Virgen del Robledo” y con el tiempo se convirtió en la Patrona de la localidad.

La Hermandad de Nuestra Señora del Robledo de Constantina data de antes de 1568. La primera imagen de la Virgen fue destruida en 1936 (durante la Guerra Civil); en 1937, el imaginero Castillo Lastrucci realizó una talla que es la que hoy se conserva.

Cada agosto la Virgen es trasladada desde la ermita a la parroquia de la villa y el último sábado de septiembre se le devuelve a su ermita en romería popular.

Nuestra Señora del Roble, Monterrey, México

La leyenda cuenta que:

En 1592, el misionero franciscano Fray Andrés de León, antes de salir a evangelizar una tribu cercana, colocó una imagen de la Virgen en una oquedad de un roble para protegerla de las incursiones de los indígenas nómadas hostiles. Poco después, el ataque de tribus próximas o la rebelión de los indios evangelizados obligó a los misioneros y conquistadores a abandonar la misión a toda prisa sin recoger la imagen, que quedó allí abandonada. 

Años más tarde, alrededor de 1626, cuando ya se había fundado la ciudad de Monterrey (México), una pastorcita que cuidaba un rebaño de cabras oyó que la llamaban insistentemente desde un roble y se acercó con curiosidad al lugar de donde procedía la vocecilla misteriosa. Para su sorpresa, encontró en la oquedad del tronco la pequeña imagen de la Virgen María envuelta en luz  y desprendiendo un suave olor. Rápidamente corrió y avisó a sus padres y al cura, quien se convenció de la veracidad de la manifestación de la Virgen y pidió a sus feligreses que llevaran en procesión la imagen mariana a la iglesia parroquial. 

Mural Basilica del Roble 2

Pero a la mañana siguiente la Virgen no estaba en la parroquia, sino que había vuelto al mismo hueco del roble donde la niña la hallara. El hecho se repitió tres veces, por lo que finalmente decidieron edificar un templo donde estaba el árbol.

Hoy, en el lugar de la primera capilla, existe la basílica de Nuestra Señora del Roble, con el campanario más alto de todo México, donde se sigue venerando la misma imagen que encontró la pastorcilla hace 400 años. La figura es una pequeña escultura de 58 cm, hecha de una mezcla de corazones de maíz y bulbos de flores, el material que usaban los escultores indígenas del siglo XVI.

La Virgen de Roble también es conocida como la Virgen de la Frontera, la Reina del Norte y la Virgencita Reinera porque a ella no solo acuden devotos de Monterrey sino de todos los pueblos fronterizos que vienen a pedirle protección y consuelo. Tiene dos fiestas, la de mayo, por su coronación,  y la del 18 de diciembre, como Patrona de Monterrey.

María del Roble (Maria Eich), Planegg, Alemania

En la región alemana de Baviera, a 32 km al sur de Múnich, en el municipio de Planegg, se encuentra un santuario dedicado a María del Roble (Maria Eich en alemán). La ermita se encuentra en un área forestal recreativa (Kreuzlinger Forest), en mitad de una arboleda de robles y tilos. Esta es su leyenda:

En 1710, los dos hijos jóvenes de un herrero realizaron una pequeña estatua de hierro (de solo 20 cm) de la Madre María. Colocaron la estatua en el hueco de un viejo roble, pero con el paso del tiempo la “Virgencita del Roble” fue olvidada.

Tiempo después, dos chicas encontraron la estatua de la Virgen, que ya era apenas visible pues el roble había crecido y casi engullido la pequeña figura mariana. Las dos jóvenes padecían una terrible enfermedad y, por eso, se arrodillaron y le pidieron a María que recobraran su salud. De forma milagrosa las jóvenes se curaron y, como reza el lema, ¡María las ayudó! 

maria-eich-1932Para expresar su gratitud, el padre de las dos jóvenes, levantó una sencilla capilla de madera frente al roble, tomó la estatua del tronco y la colocó dentro de la capilla. 

Hoy en día el santuario es una iglesia pequeña, construida en 1958 y ampliada  en 1966. Detrás del altar, donde se venera a la imagen de María, se accede a una habitación donde está el tronco del árbol centenario que sale hacia el cielo por un agujero en el techo de la habitación. En las paredes y techo hay cientos de postales y cartas escritas por los peregrinos pidiendo ayuda o agradeciendo los favores concedidos². La ermita es cuidada por unos monjes agustinos que viven en un convento edificado junto a la ermita.

Huellas de tradiciones y símbolos antiguos

El culto y la peregrinación en santuarios inmersos en bosques son prácticas que se repiten a lo largo y ancho del mundo católico. Pueden reconocerse algunas trazas de tradiciones de otras épocas con las que guardan conexión.

En las sociedades antiguas la gente dependía de los bosques, los árboles eran importantes elementos de su ambiente. Personificaban el ciclo mismo de la naturaleza. Por ello, los diversos pueblos los eligieron para simbolizar el cosmos, la vida, la inmortalidad y la sabiduría. Los árboles expresaban todo lo que se consideraba sagrado y lo encarnaban ellos mismos. Eran los intermediarios entre la tierra, donde están enraizados, y el cielo, hacia donde apuntan sus copas; representaban el paso de la consciencia humana desde el nivel de la existencia cotidiana a un nivel superior, más próximo a la perfección, a lo espiritual o a lo divino.

Por su marcado poder simbólico, las arboledas y los árboles portentosos fueron los primeros santuarios donde los habitantes se reunían a expresar su espiritualidad y a comunicarse con lo sagrado. También fueron lugares de importancia social, pues alrededor del árbol se celebraban actos y rituales de interés para la comunidad como la impartición de justicia, la resolución de conflictos o los nombramientos de jefes.

Con la llegada de los primeros misioneros cristianos, muchos árboles sagrados fueron destruidos, tanto en Europa (en especial en la antigua Germania³) como en América. Sin embargo, se podría asegurar que el mito del árbol sagrado en general, y del roble sagrado en particular, y su ancestral sentido simbólico ha perdurado en la consciencia colectiva. Tal vez en el origen de las numerosas apariciones y hallazgos marianos haya una llamada desde el fondo de la consciencia colectiva a volver a la sencilla espiritualidad en torno a los árboles y a la naturaleza como representantes de lo sagrado.

Por otro lado, el símbolo cristiano de la Virgen María tiene algo en común con los árboles. En el santuario de María del Roble (Alemania), de una forma popular y espontánea, los peregrinos han creado un modo de comunicar sus peticiones de ayuda o su gratitud por la intervención divina escribiendo notas dirigidas a María. El papel de María, como mediadora entre los fieles y el ser supremo Dios Padre, recuerda al del árbol como enlace entre la tierra y el cielo. Ambos son concebidos como puertas de acceso al poder divino.

Otra interpretación simbólica que me resulta interesante, es la que relaciona a la figura de la diosa femenina con elementos de la naturaleza. La figura maternal y protectora de María podría ocupar el papel de cultos antiguos dedicados a diosas de la naturaleza como Diana/Artemisa y otras. Existen advocaciones marianas en relación a cuevas, manantiales y otros elementos de la naturaleza. Igual que el árbol, en estas advocaciones, María puede verse como pura manifestación de la naturaleza, una abertura a través de la cual, como del árbol o del manantial, emana la energía de la diosa madre Tierra, maternal, generosa, vital, sanadora y renovadora.

En los tres casos referidos de culto a Virgen con Árbol, el encuentro con las imágenes o las apariciones milagrosas son protagonizados por niños y jóvenes de clase humilde, lo que suscita a pensar que el espíritu abierto, la inocencia y la sencillez son las cualidades necesarias de los peregrinos para acceder a la consciencia espiritual y al misterio de lo trascendente. Lo que nuevamente nos recuerda el modo de vida de las sociedades antiguas, más en contacto con la naturaleza, que favorecía la conexión con estados más elevados de la consciencia.

Epílogo

En lo más profundo de nuestra tradición cultural y religiosa pueden estar ocultos árboles invisibles. En un nombre que se hereda de abuela a nieta, como María del Robledo o María de la Palma (mi segundo nombre), o en una romería, que es una fiesta colectiva, expresión de la espiritualidad popular espontánea y de la cohesión de la comunidad.

"Sacred grove" por Greg Olsen.

Fragmento de «Sacred grove» por Greg Olsen.

Después de indagar en el misterio de la Virgen del Robledo y otras imágenes afines, me reafirmo en mi tesis inicial: existe un vínculo intemporal que une a nuestro espíritu con los árboles. Es un vínculo invisible pero potente, que puede manifestarse en un tranquilo recodo del camino boscoso o en un santuario retirado presidido por Nuestra Señora del Árbol; claro que solo lo percibiremos si nos abrimos al misterio como niños.

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¹ Mi amigo antropólogo Pedro Cantero me facilitó la referencia del artículo sobre advocaciones marianas relacionadas con plantas, en el que citan más de 70 relativas a árboles y más de 100 santuarios: R. Morales y L. Villar, Advocaciones de la Virgen con referencia al mundo vegetal, Revista de Folclore, 270: 212-216, año 2003.
² Artículo que describe la sociología del culto a Maria del Roble en Planegg, Alemania: D.B. Lee, Maria of the Oak: Society and the problem of divine intervention, Sociology of Religion, 70: 213-231, año 2009.
³ La leyenda de San Bonifacio cortando el árbol sagrado de los germanos se comenta en el post Siempreverdes en Navidad. En el texto latino de Tácito sobre Germania, se recoge la veneración de los árboles sagrados; ver el post Arminio y los bosques de Germania.


Escrito por Rosa, jueves 30 de octubre de 2014.

Enlaces

Post sobre cuercos (especies del género Quercus) en este blog.

Santuario Virgen del Robledo, Constantina, España.

Basílica Nuestra Señora del Roble, Monterrey, México.

La magia de los árboles de Ignacio Abella. Integral. Edición de1999. 

Hojecer silencioso

Cada año llega un momento en que a las ramas desnudas de los árboles comienzan a brotarles puntas verdes por las que asoman las primeras hojas nuevas. Sigilosamente, pero a la vista de todos, el verde vivo de la clorofila nueva aparece y se esparce, pincelando los árboles desnudos de calles y parques, de lejanos y recónditos bosques. Vuelve la primavera. Vuelven a verdear las ramas vacías de las frondosas al despertar del sueño invernal. La fuerza vital de la naturaleza se manifiesta.

Brotes berlineses

Las ramas reverdecen en silencio. El crecimiento orgánico es silencioso igual que la luz, las mareas, el movimiento del cosmos y otras fuerzas físicas que nos afectan. En medio de tantos ruidos, sonidos y voces que acompañan nuestra vida, hay que estar muy atentos a ese silencioso verdear para advertir, disfrutar y conectar con esa fuerza nueva que despierta con la luz y el calor primaverales y dejarse llevar por su poder.

Los artistas, pensadores y poetas suelen prestar atención al resurgir del verdor en los árboles; lo ven, lo captan y lo cuentan. Un querido amigo* me recordó el “Poema del árbol” de José Ángel Buesa (1910-1982), donde el poeta cubano dialoga con un buen árbol en el preciso y sublime momento en que le brota su primera hoja:

Árbol, buen árbol, que tras la borrasca
te erguiste en desnudez y desaliento,
sobre una gran alfombra de hojarasca
que removía indiferente el viento.

Hoy he visto en tus ramas la primera
hoja verde, mojada de rocío,
como un regalo de la primavera,
buen árbol del estío.

Y en esa verde punta
que está brotando en ti de no sé dónde,
hay algo que en silencio me pregunta
o silenciosamente me responde.

Sí, buen árbol; ya he visto como truecas
el fango en flor, y sé lo que me dices;
ya sé que con tus propias hojas secas
se han nutrido de nuevo tus raíces.

Y así también un día,
este amor que murió calladamente,
renacerá de mi melancolía
en otro amor, igual y diferente.

No; tu augurio risueño,
tu instinto vegetal no se equivoca:
Soñaré en otra almohada el mismo sueño,
y daré el mismo beso en otra boca.

Y, en cordial semejanza,
buen árbol, quizá pronto te recuerde,
cuando brote en mi vida una esperanza
que se parezca un poco a tu hoja verde…

¿Cuántas personas piensan en las hojas? El botánico, urbanista, educador y pacifista escocés Sir Patrick Geddes (1854-1932) quizás respondía a esta pregunta cuando escribió: “La hoja es el principal producto y manifestación de la vida; este es un mundo verde, en comparación con el cual el mundo animal es pequeño y depende completamente de él. Por las hojas vivimos.” Geddes conoció a Darwin, Tagore y Gandhi, se declaraba “biocéntrico” y expresó así su admiración por las plantas y sus ciclos estacionales: “La vida es de hecho universalmente rítmica, tanto en el animal como en la planta; pero la planta es más pasiva y plástica a las condiciones e influencias del cambio ambiental y de ahí que el cambio estacional de la vida de las plantas llegue a ser el espectáculo más impresionante de la naturaleza viviente”.

Geddes fue un pionero (aunque no bien reconocido) de la educación ambiental y su apreciación de la función de las hojas era tal que eligió la expresión «Por las hojas vivimos» (By leaves we live, en inglés) como su lema :

Por las hojas Vivimos

Existe un verbo castellano para expresar la acción de “brotar las hojas al árbol”: hojecer. Es un vocablo antiguo, poco usado, que me gusta mucho porque es rotundamente descriptivo a la vez que poético. Hojecer es una señal inequívoca del ritmo cíclico de la naturaleza. El árbol caducifolio que hojece de nuevo en primavera encarna el símbolo de la vida en el continuo fluir dinámico de las estaciones, en el ritmo permanente de muerte y regeneración.

El reverdecer primaveral y el ritmo estacional han fascinado al ser humano desde los tiempos primigenios. Su misterio dio origen al mito de Perséfone.

persefone iLa diosa griega Perséfone (Proserpina en la mitología romana) era hija de Deméter, diosa de la naturaleza y la agricultura. Un día que se encontraba paseando sola por los campos, apareció Hades, el dios del Inframundo, la raptó y la llevó a su reino de Tinieblas para casarse con ella. La madre desesperada salió a buscarla por todos los rincones del mundo, convirtiendo en desierto todo lo que pisaba, mas fue en vano. Entonces Zeus intervino y ordenó a Hades que liberara a Perséfone, pero ella ya había comido algunas semillas de granada y Hades no dejaba abandonar el submundo de los muertos para siempre a quien probara su fruta. Al final Hades acordó que volviera a la tierra seis meses cada año para estar con su madre y pasara los otros seis meses con él en su reino. Desde entonces, durante el tiempo en que Perséfone está con Deméter todo reverdece y la vida renace por la faz de la tierra.

Los árboles que protagonizan en Europa el fenómeno de hojecer al final de su desnudez invernal son árboles de gran personalidad: roble, haya, abedul, olmo, tilo, fresno o aliso. Son grandes, robustos y de copa voluminosa. Habitan la zona templada europea donde hay suficiente lluvia y nutrientes para poder regenerar todo el follaje cada año. Se podría decir, al menos para los habitantes del viejo mundo, que este tipo de árboles representan el “arquetipo del árbol”, el modelo original y primario de árbol. Son los árboles que aparecen en los cuentos populares recopilados por los hermanos Grimm, que eran alemanes y vivían en plena zona templada europea. Con la universalización de estos cuentos clásicos la imagen de árboles portentosos como el roble la hemos integrado en la memoria colectiva y representan “el árbol”, sea sagrado, mágico, hechizado o simple escenario de aventuras.

Participar en la ciencia

¿Qué día viste la primera punta verde en los olmos de tu calle, en el tilo de tu jardín? ¿Lo anotaste? Observar y anotar la fenología (ciencia del registro de hechos naturales que ocurren regularmente) de animales y plantas puede ser una costumbre que empiece como una afición y termine aportando datos útiles a los científicos que estudian evidencias del cambio climático. Los árboles están hojeciendo antes y también están adelantado la floración, posiblemente debido al calentamiento global. Los biólogos han tomado conciencia de la importancia de los registros de los aficionados y se están poniendo en marcha estrategias para contar con este caudal enorme de información. En Reino Unido, por ejemplo, el proyecto Nature’s Calendar es una iniciativa de «ciencia ciudadana» (citizen science, en inglés) en el que están participando más de 50.000 voluntarios.

Catalpa naciente

Razones para dejar un día nuestros quehaceres rutinarios y salir en busca de la primavera hay muchas. Inspirarnos en la poesía del verde, conectar con nuestra naturaleza cíclica u observar cómo y cuándo hojece nuestro árbol más próximo son solo algunas. Una sola pequeña hoja verde naciente puede revelarnos la esencia de todo el universo.

Escrito por Rosa, jueves 24 de abril de 2014.

* Véase Comentario de Eugenio en «Sobre este blog». La poesía «Poema del árbol» está incluida en la obra Nada llega tarde (Antología poética), publicada por Editorial Betania, Madrid, 2001. Página 169.

Patrick Geddes en Ballater Geddes Project 2004
Web Nature’s Calendar

Siempreverdes en Navidad

Llega diciembre y la figura cónica de un árbol siempreverde (que no ha perdido la hoja al llegar el otoño) se convierte en protagonista en los lugares donde se celebra la fiesta cristiana de la Navidad. Ejemplares naturales de coníferas o sus versiones artificiales proliferan en espacios públicos y privados, decorados con bolas y otras figuras, y cubiertos de luces que le otorgan un brillo y esplendor asombrosos.

Postal de NavidadEl árbol iluminado encandila a niños y mayores. Su resplandor maravilloso parece activar la confianza infantil en que la magia existe, la magia que hace que todo lo deseado sea posible.

Nunca en todo el año los árboles son tan solicitados, adornados, y admirados. Es tal la atención que reciben, que se podría considerar a diciembre el «Mes del Árbol». Sin embargo todo ese agasajo no es por el árbol en sí mismo, sino que forma parte del conjunto de las tradiciones con las que se celebra la popular fiesta cristiana de la Navidad.

Pero ¿es solo un adorno más? ¿Cuál es el significado de este árbol siempreverde que nos acompaña en las fiestas de diciembre?

Origen e historia

Los orígenes de la tradición del árbol de Navidad no están del todo claro, existen diversas teorías y confluyen varios antecedentes históricos. Parece aceptado que el árbol adornado, tal como lo conocemos hoy, se usó por primera vez en Navidad en la Alemania protestante del siglo XVII (a Martin Lutero se le atribuye su iluminación con velas). Desde allí se difundió a los demás países europeos y a Norteamérica. Otro antecedente se encuentra en la costumbre practicada durante parte de la Edad Media de representar, el día antes de Navidad, el misterio de la creación, la expulsión de Adán y Eva y la llegada de Jesús Salvador. En tales obras se usaba un árbol con manzanas, que de los espacios públicos pasó a las casas una vez que esos actos se prohibieron. Pero la vinculación cultural con árboles perennifolios o siempreverdes en esta época del año tiene otras raíces más antiguas, conectadas con las celebraciones del solsticio de invierno en la Europa ancestral, anteriores a la época cristiana.

«El Fresno de Yggdrasil» por Friedrich Wilhelm. Heine.

Desde el origen de la humanidad, en todo lo ancho del mundo, el árbol ha representado el poder de la naturaleza. Las coníferas (como los pinos, cedros, cipreses, tejos y abetos) resisten a la dureza del invierno sin perder sus hojas, por ello se denominan «siempreverdes» (evergreen, en inglés), sempervirentes o perennifolios y por ello simbolizaban la vida eterna, uno de los símbolos espirituales más importantes. Hasta la expansión del cristianismo, en la Europa primigenia y antigua determinados árboles y bosques eran sagrados y servían de templos. Según las épocas, los árboles fueron adorados como centros del universo, como símbolos de vida, como morada de los dioses. El árbol de Yggdrasil es el árbol sagrado mejor conocido de la mitología europea.

Una de las fiestas que celebraban muchos pueblos era la del solsticio de invierno, en la que se festejaba el fin del acortamiento de los días y el aumento de las horas de luz. La alegría por la renovación de la vida, tras el duro invierno, se simbolizaba como un renacimiento del sol. El uso de árboles y plantas siempreverdes era parte de estos festejos. Los romanos lo celebraban con la fiesta llamada Saturnalia en honor a Saturno, el dios de la agricultura que nacía el 25 de diciembre, y decoraban las casas y templos con siempreverdes. En culturas como la germana y la escandinava, de acusados contrastes estacionales por su latitud elevada en el Hemisferio Norte, la celebración del solsticio de invierno era igualmente importante. Se adornaba un árbol, bien fuera un roble como en el caso germano, bien una conífera por los escandinavos, en torno al que se festejaba la alegría de la vuelta del sol para fertilizar y fortalecer la vida.

La evangelización de los países europeos fue un proceso largo en el que, en ocasiones, árboles y arboledas sagradas ancestrales fueron talados por ser considerados ídolos paganos. Cuando los cristianos evangelizaron la Europa nórdica la costumbre de usar un árbol siempreverde adornado fue asimilada, pero con un cambio significativo de simbolismo, adecuándolo a las creencias cristianas.

La leyenda del obispo inglés San Bonifacio (que fue a Germania en el siglo VII a predicar la fe cristiana) es un relato maravilloso y brutal que ilustra muy bien las luchas religiosas y culturales en la Europa de la Edad Media y el cambio de significado del árbol en el ritual religioso de diciembre:

Cuando la gente todavía adoraba a los viejos dioses, en el condado de Hess crecía un árbol gigante con grandes ramas que ascendía hacia las nubes. Era conocido como el Roble del Trueno, el árbol sagrado del dios Thor. En la quietud de la noche, los sacerdotes ofrecían sacrificios de bestias y hombres en el altar del dios del trueno. La sangre de los sacrificados regaba las raíces del árbol y el muérdago extendido por sus ramas. Era un lugar tan terrible que ni las bestias ni los pájaros descansaban en sus ramas o en su sombra.

Una noche de Navidad, los sacerdotes de Thor celebraban sus ritos de invierno bajo el Roble del Trueno con los lugareños, que habían acudido caminando pesadamente por la nieve profunda para celebrar su fiesta sagrada. Cuando todos estaban reunidos y los sacerdotes listos para levantar sus cuchillos y matar a sus víctimas humanas, el buen San Bonifacio corrió al altar. Rápidamente sacó un hacha de su capa y golpeó al poderoso roble, produciéndole un profundo tajo en el tronco. Y le dio otra vez y otra vez, mientras los fieles miraban fijamente con horror. De pronto, una fuerte racha de viento estalló en el árbol, provocando su caída al suelo con un tremendo estruendo y partiéndolo en cuatro piezas. Justo detrás de él, completamente indemne, permanecía un diminuto y joven abeto.

San Bonifacio arrojó su hacha y dijo a los presentes: “este pequeño árbol será vuestro árbol santo esta noche. Es el árbol de la paz y la salvación, un árbol de vida y un árbol de esperanza. ¡Mirad como señala hacia el cielo! Llamadle el Árbol del Niño Jesús. Reuniros en torno a él, no en las arboledas, sino en vuestras casas. No habrá más actos sangrientos, sino regalos amorosos y actos de amabilidad. ¡Dejad que la paz de Cristo reine en vuestros corazones!

La gente llevó el pequeño abeto a la casa del jefe del pueblo y celebraron la fiesta a su alrededor. Más tarde aprendieron los ritos de Navidad en la iglesia que San Bonifacio construyó con la madera del Roble de Trueno. ¹

En esta leyenda, surgida en una época convulsa, se relata un acto de violencia contra un árbol por parte de los evangelizadores. Refleja el espíritu religioso intransigente de aquellos tiempos que trató de imponer su fe por la fuerza. Además de la desaparición de criaturas vivas monumentales, como debieron ser los viejos árboles sagrados, también tuvo como consecuencia una cierta ruptura con la relación habitual y sagrada con la naturaleza y con la visión cíclica de la vida.

En la tradición oral hay recogidas otras interpretaciones muy diferentes del origen del árbol de Navidad. «El pequeño abeto de Belén» es un relato siciliano que me gusta porque en esta ocasión los protagonistas son árboles, tratados como seres vivos sintientes:

En la noche del nacimiento de Cristo, las criaturas vivientes viajaron desde muy lejos hasta el establo de Belén para honrar al recién nacido Rey y llevarle regalos.

Vinieron incluso los árboles del bosque. El olivo le dio sus frutos. La palmera trajo sus dátiles. Cada árbol tenía algo que ofrecer, menos el diminuto abeto. Había recorrido muchos kilómetros y estaba tan cansado que casi no podía permanecer erguido. Era pequeño y apenas podía asomarse entre las frondas más esbeltas. Además, los árboles más grandes le empujaron al fondo donde no podía ser visto.

Un ángel que estaba cerca sintió pena del triste arbolillo. Fue a las estrellas y les pidió que bajaran algunas y descansaran en sus ramas. Las estrellas lo hicieron y brillaron como velas. Cuando el niño Jesús vio al abeto luminoso, su corazón se llenó de alegría y sonrió. Bendijo al feliz abeto y declaró que siempre los abetos serían decorados e iluminados para calentar los corazones de los niños durante la época de Navidad.²

Árbol de Navidad del Vaticano 2011La costumbre del árbol de Navidad, tal como la conocemos hoy, se popularizó a partir de los siglos XIX y XX, así como el intercambio de regalos. Sin embargo, en el seno de la iglesia católica el uso del árbol en Navidad no ha estado exento de controversia por sus raíces paganas y protestantes. De hecho, el primer árbol de Navidad dentro de una iglesia lo puso en 1982 el papa Juan Pablo II en el Vaticano, bendiciendo así la integración del árbol en los templos como parte del ritual católico de Navidad y reconociendo su significado para los católicos con estas palabras:

En el invierno los árboles perennifolios son la señal de vida eterna. El árbol se decora y se colocan regalos bajo él. Desde un punto de vista típicamente cristiano, nos recuerda “el árbol de la vida”, representación de Cristo, el regalo supremo de Dios a la humanidad. El mensaje del árbol de Navidad, por lo tanto es que esa vida es siempre verde si uno da, no tanto cosas materiales sino a uno mismo: en amistad, sincero afecto y fraternal ayuda y perdón, en compartir tiempo y escucha recíproca

Aun así, el árbol es un elemento que no todos los católicos han incorporado como propio. En la ciudad de Sevilla, donde resido, la tradición navideña de montar belenes (recreación del nacimiento de Jesús con figuras de barro) está mucho más arraigada que la de decorar árboles. En algunas ciudades norteamericanas, el árbol de Navidad como emblema cristiano ha entrado en conflicto con la sensibilidad de otras creencias. Se le está separando de su origen religioso y se pretende convertirlo en emblema multicultural del comienzo de la estación de invierno.

¿Árbol natural o artificial?

El árbol que se adorna en Navidad puede ser un ejemplar natural o un producto artificial. La elección tiene sus consecuencias y sigue generando debate.

Abeto del Cáucaso en venta.

Abeto del Cáucaso en un vivero de Sevilla.

Los árboles naturales más solicitados son las coníferas abetos, píceas y pinos. En Europa, las especies preferidas son la pícea noruega (Picea abies), el abeto del Cáucaso (Abies nordmanniana) y el pino silvestre (Pinus sylvestris) debido a la belleza de las copas cónicas, la resistencia a las condiciones cálidas del interior de las casas y la capacidad para retener las hojas más tiempo.

En la actualidad, los árboles proceden de cultivo controlado y tardan de ocho a doce años en alcanzar los dos o tres metros de altura. El cultivo no implica la destrucción de bosques naturales, sino que puede ser beneficioso, pues durante su crecimiento el árbol fija dióxido de carbono (gas que produce efectos invernadero), genera oxígeno, sirve como cortafuego y es una actividad forestal que genera trabajo y no contamina. También se ha señalado que pueden estabilizar el suelo, proteger los recursos acuáticos y proveer hábitats para la vida silvestre. Pero si no son cultivos ecológicos y se usan pesticidas para combatir enfermedades pueden producir contaminación ambiental.

Lo ideal es comprarlos en maceta enraizados, para que tengan alguna posibilidad de sobrevivir a la Navidad. Después de las fiestas, el árbol puede ser plantado en un jardín o dado a alguna institución para que lo haga. Hay que tener en cuenta que al ser normalmente especies exóticas no deben plantarse en espacios naturales pues pueden competir y perjudicar a los árboles autóctonos. Pero la realidad es que solo sobrevive el 10% de los abetos navideños, así que muy probablemente se conviertan en deshecho. Los árboles y material vegetal siempreverde usados en Navidad siempre pueden ser reciclados para biomasa o compost, por lo que no contaminan. En muchas ciudades existe un servicio de recogida de residuos vegetales al terminar la Navidad.

En Europa se venden unos 50 millones de árboles naturales de Navidad cada año, mientras en EEUU son 35 millones anuales pues en los últimos tiempos hay preferencia  por los árboles artificiales.

El árbol de Navidad artificial, normalmente fabricado en PVC, es una opción que muchas personas prefieren por su durabilidad y limpieza. Se ha argumentado que es la opción más ecológica porque no se corta un árbol vivo. Hoy en día sin embargo, un aspecto ecológico importante es la huella que deja en el ambiente la fabricación y la eliminación de sus deshechos. El árbol de plástico en su proceso de producción a partir de derivados del petróleo genera contaminación en forma de producción de gases invernaderos. Por otra parte, como deshecho, en el mejor de los casos puede acabar en una planta de reciclado que también generará contaminación. Para dejar una huella tan pequeña como la de un árbol natural de Navidad, el árbol de plástico debe usarse al menos durante 20 años. La mayoría de los árboles artificiales se fabrican en China y una pequeña parte se produce en Polonia.
Árbol de Navidad invisible

Hay una tercera opción de árbol de Navidad. La creatividad humana no tiene límites a la hora de crear objetos con la esencia del elemento árbol original usando materiales naturales o reciclados muy diversos. Un caso que me ha llamado la atención es el de la venta de árboles de Navidad “invisibles”. No hay un árbol. Sí su vacío, su hueco cubierto de adornos. Y cada cual lo rellena con su imaginación.

 

Laurel navideñoYo prefiero el árbol natural. Mi opción es adornar uno de los árboles pequeños que tengo plantado en la terraza, no es una conífera sino un laurel «piramidal”. Por muy espectaculares que sean algunos árboles artificiales, prefiero los naturales de madera y savia porque me hacen sentir más emociones. Cuando en la quietud de la noche miro extasiada mi laurel vestido de Navidad irradiando su luz cálida, siento como si el alma del árbol entrara en conexión conmigo través de la luz. Con su lenguaje de destellos parece querer recordarme aquellos lejanos tiempos, en los que la llegada del invierno y su promesa de renovación de la vida se celebraba con alegría junto a los árboles, en comunión con la naturaleza y el universo.

Además de los árboles de Navidad, también se suelen iluminar los que crecen en las calles y plazas, que realzan así su belleza con las luces. Para disfrutar de la magia de los árboles iluminados basta con salir a la calle y buscarlos, no hace falta tener uno en casa, ni natural ni artificial. Elige uno de los árboles iluminados de tu entorno que te guste, acércate a él en momentos tranquilos, a solas o en compañía, déjate llevar por el júbilo de su luz. Y celebra a tu manera el comienzo de un nuevo ciclo de la naturaleza junto a un árbol real, reconecta con los valores que el árbol iluminado simboliza.

Árboles iluminados en Johnson City, Texas. Foto de Art Meripol.

Árboles iluminados en Johnson City, Texas. Foto de Art Meripol.

 Escrito por Rosa, jueves 12 de diciembre de 2013.

¹ Traducido de la versión inglesa del relato “The Thunder Oak” recogido en Karas (1998), pág. 94.
² Traducido de la versión inglesa del relato “The Little Fir at Bethlehem” recogido en Karas (1998), pág. 113.
³ Traducido de una noticia recogida por la Agencia Zenit “Christmas Tree Is Symbol of Christ, Says Pope”, 19 diciembre 2004.

Fuentes

Sheryl Ann Karas. The Solstice Evergreen. The History, Folklore and Origins of the Christmas Tree. Aslan Publishing, Farfiel, Conneticut. 1998.
Noticia en la Agencia Zenit sobre El árbol de Navidad y Juan Pablo II.
Artículo de Chastagner y otros (2000) sobre cultivo de árboles para Navidad.
«Compra árboles de Navidad naturales». Agencia Ecoticias (2012).
Propuesta del «Holiday Tree» como símbolo multicultural.
Anuncio de «árbol de Navidad invisible».

La palmera y la sabia santa

Muchas iglesias cuentan con árboles plantados en sus inmediaciones, bien en la entrada, bien en los jardines adyacentes o en sus patios interiores. Esta relación de los lugares de culto con los árboles es muy antigua y se basa en que, por su forma y estructura, los árboles han sido valorados como símbolo de espiritualidad desde el comienzo de los tiempos. La verticalidad y el crecimiento en permanente ascensión hacia el cielo han inspirado en los feligreses de diferentes creencias ideales de rectitud y de elevación espiritual. En los tiempos actuales, sin embargo, la unión árbol-templo y su edificante simbología suele ser ignorada.

En mi ciudad, en una ruidosa calle del centro, dentro de un pequeño recinto vallado junto a una iglesia, se eleva una palmera. Se trata de una palmera datilera (Phoenix dactylifera) de considerable altura, pues está a punto de superar el campanario de la iglesia, y de bastante edad, aunque no puedo asegurar si pasa o no de los cien años. Es la especie de palmera que produce los dátiles y que se cultiva en los oasis norteafricanos desde Egipto a Marruecos.

Palmera datilera y la iglesia de Santa Catalina de Sevilla

Palmera datilera y la iglesia de Santa Catalina de Sevilla.

La palmera a la que me refiero tiende a pasar desapercibida por su peculiar anatomía de tronco recto sin ramas, hojas ni flores a la altura de la vista y por estar ubicada en una calle relativamente estrecha y con mucho tráfico. Solo cuando subimos la mirada podemos descubrir la estrella verde que forman sus hojas destacándose en el cielo azul, y entonces caemos en la cuenta de la estrecha relación que la une a la torre de la parroquia. La primera vez que fui consciente de su existencia junto a la iglesia me sorprendió no haberla advertido antes y sobre todo el aire de soledad y abandono que inspiraba, como si entre tanto bullicio de personas y vehículos se sintiera excluida de toda atención. La sensación melancólica me animó a conocer algo más de las circunstancias y azares de la vida de este árbol particular.

Por lo que respecta a la iglesia a la que la palmera está ligada, la palma puede considerarse afortunada porque es un templo muy antiguo, del siglo XIV, con una arquitectura de estilo gótico-mudéjar bien conservada que le valió ser declarado monumento nacional en 1912. Pertenece al culto católico romano y está bajo el patronazgo de Santa Catalina de Alejandría, una santa de biografía singular que está unida a la palmera por la simbología y por su país de origen.

Santa Catalina fue una mártir cristiana del siglo IV cuyo culto se difundió por toda Europa a partir del siglo VI. La biografía que se cuenta de ella es bastante sorprendente. Según consta en algunos textos hagiográficos, Catalina nació hacia el 290 en una familia noble de Alejandría (Egipto), donde seguramente estaría familiarizada con las palmeras datileras como la que ahora acompaña a su iglesia. Su gran inteligencia y los estudios que cultivó la situaron entre los poetas y filósofos de su época; y su pasión por la verdad la llevó a abrazar la fe de Cristo y convertirse en filósofa cristiana. Años más tarde, el emperador romano Maximino ordenó que la martirizaran y posteriormente decapitaran por negarse a celebrar sacrificios a los dioses de Roma y, lo más asombroso, por haber convencido con su elocuencia a los sabios de Alejandría para que también se convirtieran al cristianismo. Aunque debido a la falta de documentación comprobable, la existencia histórica de esta santa ha sido puesta en duda y hay historiadores que juzgan que fue una leyenda inventada como contrapeso a la figura de Hipatia de Alejandría, mujer instruida, docta y científica, de religión pagana, que murió linchada por los cristianos. La iglesia católica de Roma la reconoce oficialmente como una mártir, pero algunos de sus sectores no aceptan la veracidad de su biografía o de algunos detalles de la misma.

Debate de Santa Catalina con los filósofos de Alejandría.

Debate de Santa Catalina con los filósofos de Alejandría (anónimo del siglo XIX, iglesia de Santa Catalina de Messina, Italia).

Sea verídica o no su biografía, la figura femenina que descubro en la historia de Santa Catalina de Alejandría me resulta muy atractiva. Yo diría que era y es necesaria no como contrapartida a la figura de Hipatia, sino como arquetipo de mujer sabia (pensadora) y santa (espiritual) dentro de la comunidad cristiana en la que quizás no han abundado modelos femeninos de este alcance intelectual. En la iconografía, la santa aparece con la hoja de palma del martirio, un libro, una rueda y una espada.

Santa Catalina con la hoja de palma y demás atributos simbólicos.

Santa Catalina con la hoja de palma y demás atributos simbólicos (detalle de tabla del siglo XV por Miguel Ximénez).

Por desgracia, no puedo acceder a la iglesia de Santa Catalina para contemplar las imágenes de la santa en el retablo mayor y su escultura del siglo XVIII, pues está cerrada al culto desde 2004 debido al mal estado de edificio, sin que se haya realizado aún la restauración general que necesita. Este impedimento a mi investigación me disgusta, pero a los parroquianos les afecta mucho más, de hecho, hace años que están manifestando su profundo descontento de variadas maneras.

Centrándonos en el árbol, la palmera datilera tiene cualidades sobresalientes; es muy valorado como árbol frutal desde los tiempos remotos en los oasis de tierras desérticas y áridas.  Crece natural o se cultiva tradicionalmente desde el norte de África hasta Medio Oriente. El dátil es un fruto excepcional, muy nutritivo, capaz de garantizar la supervivencia de personas y animales en esos duros entornos. Además del fruto, la palmera en los oasis proporciona sombra, materia prima para la construcción, para confeccionar esteras y cestería  y combustible. La imagen de los oasis está asociada al agua y a la silueta peculiar de la palmera datilera, con su tronco cilíndrico sin ramificación coronado por un penacho de largas hojas color gris verdoso, que tan grabada tenemos en el imaginario colectivo. Sin embargo, este rasgo notable es también motivo de su decadencia porque el peso del penacho la inclina y un fuerte viento en días de tormentas puede tronchar el árbol, como le sucedió a otra palmera que existía en el jardincillo de Santa Catalina, aneja a la que es motivo de esta entrada. Otra característica interesante de la palma datilera es la separación de sexos, con árboles machos y árboles hembras, que florecen ambos en abril produciendo racimos de pequeñas flores blancas y olorosas.

Hoy en día, la palmera datilera está presente en los oasis de una amplia área desde Marruecos a Arabia. Egipto, donde nació la santa, es el mayor productor de dátiles del mundo. También ha sido introducida en países tropicales o subtropicales.  En España, el mayor palmeral es el de Elche, con más de medio millón de palmeras, reconocido Patrimonio de la Humanidad. Los árabes expandieron su cultivo no solo como árbol frutal, sino también como árbol de jardín ligado a la idea de paraíso.

En Sevilla empezó a utilizarse como árbol ornamental urbano a finales del siglo XVIII por su valor estético, su fácil aclimatación al clima y como símbolo de lugares cálidos. Con la generalización de su uso decorativo, al que con el tiempo se han incorporado otras especies de palmeras,  hoy es un elemento vegetal importante de la ciudad de Sevilla pues le confiere carácter al paisaje urbano y ha configurado varios espacios emblemáticos como la Avenida de la Palmera, plantada con datileras en la década de 1920 a 1929, con ocasión de la Exposición Universal.

Como árbol espiritual, la palmera es un símbolo lleno de significados, asignados por los diversos pueblos donde crece. Para los árabes, por su elevado valor para la subsistencia, es un árbol bendito y símbolo de vida. En Egipto se le relacionó con el renacimiento, la durabilidad, el dios sol y diversas deidades femeninas, y es el emblema del Alto Egipto. En la tradición que nos interesa, la cristiana,  simboliza la entrada victoriosa de Jesucristo en Jerusalén el Domingo de Ramos (Palm Sunday, «Domingo de las Palmas» en inglés) y la victoria de la fe sobre la muerte al terminar el drama del Calvario, y se expresa con el rito de colocar hojas de palmera bendecidas en los balcones. Como alegoría del triunfo sobre la muerte en defensa de la fe, la hoja de palmera es uno de los atributos con los que se representa a Santa Catalina y a muchos mártires, la «palma del martirio». Y por su tronco derecho, recto y sin ramificaciones es también símbolo e inspiración de fe, perfección e inmortalidad.

La palmera datilera o palma común es, pues, un árbol cargado de historia, vinculada a su carácter productor de alimento en zonas desoladas, a su integración cultural como elemento del paisaje y a su riqueza simbólica.  Un árbol apreciado, deseado, incluso soñado como materia del paraíso.

Palmera y torre mudéjar.

Palmera y torre mudéjar.

Vuelvo a la calle de Sevilla, a alzar la vista a la palmera junto a la iglesia de la sabia santa. Ya no es el mismo árbol para mí. Ahora la valoro de otra forma. Y ahora entiendo su melancolía. Como árbol de iglesia, está bajo el amparo de una santa, sin la certeza de si existió o fue leyenda; junto a una iglesia monumento nacional, sin la seguridad de si se restaurará o acabará derruida; y sin feligreses a los que inspirar perfección ni mostrar orgullosa su ascenso espiritual y su cercanía al cielo. Una palmera que tuvo devota compañía y ahora está sola. Pero siempre habrá, lo sé, buscadores de árboles que la admirarán conscientes de su mérito y su historia.

 

 

Escrito por Rosa, jueves 28 marzo 2013

Palmeras de Sevilla

Santa Catalina de Alejandría

Mujeres mártires de la Antigüedad, por Meldelen

Imagen de Santa Catalina por Miguel Ximénez

Símbolos de la palmera

Iglesia Santa Catalina de Sevilla

Campaña para restaurar la iglesia