Apuntando al cielo como una flecha con su figura erguida, afilada, de apretado follaje verde oscuro, el ciprés común (Cupressus sempervirens) invita a contemplar el firmamento y a preguntarnos sobre nuestro destino. Árbol original por sus rasgos y por su temperamento, el ciprés ha sido considerado desde la antigüedad un emblema vegetal de hondos significados. En el Sur de Europa es el árbol típico de los cementerios, también es frecuente verlo en monasterios y jardines.
Este ciprés (una de las 25 especies de Cupressus), conocido también como ciprés de cementerio y ciprés mediterráneo, es una conífera cupresácea de tamaño medio (20-30m de altura) originaria del Mediterráneo Oriental. Desde allí sus plantaciones se extendieron muy pronto por todo Occidente, especialmente en su forma fastigiada (columnar), que parece ser de origen cultivado.
El ciprés crece nativo en Grecia, Chipre, Irán, Israel, Jordania, Líbano, Libia y Turquía formando bosques mixtos con pinos y enebros. Las civilizaciones antiguas de esas regiones descubrieron antes que nada las bondades de su madera: está entre las más resistentes, dura mucho tiempo, resiste bien el agua y la humedad, no se carcome ni cría gusanos, siempre parece nueva y desprende una agradable fragancia. Las cualidades eran idóneas para cajas y arcas donde guardar los enseres de valor, para barcos, tan necesarios en aquellos tiempos, y también para instrumentos musicales, de modo que los bosques primarios de cipreses se explotaron desde antiguo. Posteriormente el ciprés fue apreciado como ornamental en su forma columnar, sobre todo desde los romanos, y el cultivo se extendió por el resto de la cuenca mediterránea; desde ahí se ha exportado a otros lugares del planeta en tiempos más recientes. En la actualidad, según la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza), la especie en estado silvestre está bien extendida aunque muy dispersa en Oriente Medio y no presenta riesgo de extinción.
Consuelo
La manifiesta longevidad, el verde perenne, la solemne verticalidad con la que se enfila hacia el cielo y la durabilidad y fragancia de la madera lo elevaron a emblema espiritual ya en Grecia y Creta, sus tierras oriundas. “Árbol siempreverde, perenne, longevo y durable” se ha interpretado como un magnífico símbolo de la inmortalidad. Por su firme figura vertical se le ha vinculado con la idea de la muerte, pues semeja un dedo señalando la región de luz hacia donde deben caminar las almas de los desaparecidos.
La relación del ciprés con lo necrológico es muy antigua. El filósofo griego Teofrasto (371-287 a.C.) documentó que el ciprés estaba consagrado al dios de los muertos, Hades (Plutón para los romanos).
Más tarde, autores latinos como Horacio y Plinio el Viejo relataron el uso de las ramas y hojas del ciprés en prácticas funerarias. La tradición funeraria unida al ciprés se puede encontrar en un mito de la literatura clásica. En su obra en verso Metamorfosis, el poeta romano Ovidio narra el relato mitológico de tradición griega Cipariso sobre el origen del ciprés:
Después de perder a Eurídice, Orfeo llegó a una extensa meseta sin sombra alguna, se sentó sobre la verde alfombra de césped y comenzó a tocar su lira, sus tristes notas conmovieron a los árboles de tal modo que aparecieron uno a uno multitud de ellos, de todo tipo, y le dieron sombra. Entre aquella multitud se encontraba el ciprés, árbol ahora, muchacho antes, amante del dios Apolo. Esta es su historia:
En la isla de Quíos, había un enorme ciervo consagrado a las Ninfas, sus abundantes cuernos estaban cubiertos de oro y su cuello adornado con un collar de piedras preciosas. El animal era muy querido por el bello joven Cipariso que lo amaba más que a nada. Un mediodía de verano el ciervo se tumbó a la sombra fresca de los árboles. Cipariso salió de caza y, sin reconocer a su amado ciervo, atravesó al animal con una jabalina. Cuando lo vio moribundo por causa de su lanza, tomó la resolución de morir voluntariamente. Apolo le dijo infinidad de frases consoladoras. Pero él siguió gimiendo y pidió a los dioses guardar luto por todos los tiempos. Cuando ya había derramado toda la sangre en sus interminables llantos, sus miembros empezaron a volverse de color verde, los cabellos a convertirse en una erizada maraña y, después de adquirir una complexión rígida, comenzó a contemplar con una delgada copa el estrellado cielo.
Al verlo el dios Apolo profirió un quejido y le dijo apesadumbrado: “Yo te guardaré luto a ti, y tú acompañarás a los que están en duelo”¹.
Conmovedora metamorfosis del joven doliente en árbol. Lo cierto es que el ciprés común ha mantenido durante siglos el mérito de ser el árbol típico de los cementerios mediterráneos, marcando con sus copas afiladas el lugar donde reposan los muertos. Hay personas que lo rechazan por asociarlo con lo sombrío y funesto, con el concepto de cesación de la vida, quizás porque hace pensar en nuestra propia caducidad o por mera superstición. Sin embargo, si ahondamos en la riqueza de simbolismos que suelen o deben reflejar las necrópolis, descubriremos en el ciprés un árbol incomparable.
En 1885, el abogado y escritor catalán Celestino Ballarat y Falguera publicó Principios de Botánica Funeraria, un original tratado de jardinería en el que argumenta el papel fundamental del simbolismo de los vegetales en los camposantos y describe las especies más idóneas para el diseño del jardín funerario².
Ballarat defiende que el lugar de reposo para los muertos ha de presentar un aspecto grandioso, semejante a los bosques sagrados de la antigüedad o a los parques de estilo anglosajón, que reproduzca el efecto de los espectáculos naturales, donde los vegetales hablen al corazón de los visitantes. Fundamentado en la tradición popular, la simbología clásica y el conocimiento de los cementerios antiguos y contemporáneos, el tratado expone las especies idóneas en función de su adecuación a la poética y comunicación que debe primar en un jardín funerario. En un camposanto, el color, la forma, la altura, la perennidad, la fragancia y la disposición de los vegetales deben inspirar sosiego, descanso, paz, consuelo a la melancolía, amor y esperanza. El color verde que aportan los vegetales es un factor simbólico primordial, pues representa la inmortalidad, tanto en relación con la regeneración primaveral como con la perennidad, además la visión del verde es un reposo para la vista de los visitantes ya que es el color de los grandes escenarios de la naturaleza.
Según Ballarat, el ciprés común es el árbol que más significados representa y mejor armoniza con la Botánica funeraria: la recta verticalidad imprime en el ánimo las ideas de gravedad y de reposo y, señalando al cielo con su punta, sirve de guía a las miradas para elevarse a la región de la luz en contraposición con la oscuridad de las tumbas; el color verde oscuro perenne es el que mejor concuerda con la simbólica del verde como emblema de inmortalidad. Su longevidad centenaria representa la duración y la eternidad; por otra parte, exhala una suave fragancia que templa el espíritu. Sus hojas y frutos tienen propiedades antisépticas que también se adecuan a la simbología de la virtud curativa de las plantas funerarias.
En cada región y por cada cultura se han adoptado diferentes árboles con simbología funeraria. En China, se usa con el mismo propósito el ciprés chino o ciprés llorón (Cupressus fúnebres) de ramas colgantes como llantos. A esta especie pertenece el árbol que protagoniza el cuento chino La sombra del ciprés (ver entrada en este blog).
Contemplación
La impronta del ciprés no solo es necrológica. La sosegada figura que anhela el cielo atrae, tal vez como ningún otro árbol, por su simbolismo de ascensión espiritual. Como árbol místico, el ciprés infunde ideas de recogimiento, reflexión, soledad, serenidad y firmeza; se planta en monasterios para inspirar virtud a quienes eligen la vida contemplativa monástica. En Italia, en el convento franciscano de Verucchio vive uno de los cipreses más longevos de Europa, que según se cuenta fue plantado hace ochocientos años.
El Monasterio de Santo Domingo de Silos, en Burgos, cuenta con un ejemplar de ciprés de 1882 que inspiró al poeta Gerardo Diego un soneto cargado de misticismo:
El ciprés de Silos
Enhiesto surtidor de sombra y sueño
que acongojas el cielo con tu lanza.
Chorro que a las estrellas casi alcanza
devanado a sí mismo en loco empeño
Mástil de soledad, prodigio isleño,
flecha de fe, saeta de esperanza.
Hoy llegó a ti, riberas del Arlanza,
peregrina al azar, mi alma sin dueño.
Cuando te vi señero, dulce, firme,
qué ansiedades sentí de diluirme
y ascender como tú, vuelto en cristales,
como tú, negra torre de arduos filos,
ejemplo de delirios verticales,
mudo ciprés en el fervor de Silos. ³
Ornamento
El ciprés es también un elemento ornamental típico del jardín mediterráneo. Pero su cultivo se ha extendido a otros lugares del mundo con veranos cálidos y secos e inviernos suaves y lluviosos, como California, Chile, Sudáfrica y Australia; también se ha plantado en las Islas Británicas y Nueva Zelanda.
Los romanos lo plantaban en sus calles. Es una especie clásica de las villas italianas, sobre todo en la Toscana, donde forman parte inconfundible de su paisaje; en inglés este árbol recibe los nombres de Italian cypress o Tuscan cypress. El magistral cuadro de Velázquez Vista del jardín de la Villa Médicis, en Roma (de 1630) es un interesante testimonio de cipreses ornamentales en Italia que el artista plasmó con una técnica precursora de los pintores impresionistas.
En cualquier jardín, la fisonomía alargada y oscura de los cipreses crea un contraste con las formas redondeadas y abiertas de la mayoría de los árboles y arbustos, y aporta tranquilidad y ensimismamiento. Son buenos acompañantes de paseos creativos, estimulando con su sutil fragancia el espíritu y la mente.
El ciprés mediterráneo es un árbol admirable. Mítico, místico y metafísico. Acompañante silencioso de penas y pensamientos. Salutífero y aromático. Maderero navegante de aventuras. Y, transformado en guitarra, músico de timbre flamenco… pero esa es otra historia.
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¹ Texto adaptado de la edición: Ovidio. Metamorfosis. Libro X. Volumen II. Pp. 175-178. CSIC. Madrid. 1988. Traducción de Antonio Ruiz de Elvira.
² Celestino Ballarat y Falguera. Principios de Botánica Funeraria. 1885. Edición facsímil de Editorial Alta Fulla. Barcelona, 1984.
³ Gerardo Diego. 1925. Versos humanos. Editorial Cátedra. Colección Letras Hispánicas, núm. 245.
Escrito por Rosa, jueves 27 de noviembre de 2014.
Género Cupressus.
Estado de conservación de Cupressus sempervirens según la UICN.
Simbolismo del árbol siempreverde en este blog.
Cuento chino La sombra del ciprés en este blog.
Ciprés de San Francisco, en Verucchio, Italia.
Comentario de texto sobre el poema El ciprés de Silos de Gerado Diego
Vista del jardín de la villa Médicis en Roma, Velázquez, Museo del Prado.

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