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Fantasía Flamenca

La música nació con el ser humano y es una manifestación cultural universal. Los sabios griegos Platón, Pitágoras y Aristóteles ya resaltaron el valor cultural de la música: una medicina para el alma, un medio para enriquecer el ánimo, un vehículo para la catarsis emocional.

En mi experiencia como oyente, ninguna música ha enriquecido más mi ánimo ni ha calado más profundo en mi interior que la del guitarrista flamenco Paco de Lucía. Los sonidos de su guitarra siempre me provocan una agitación en lo hondo, siempre me atrapan y transportan a un estado de felicidad, con la elegante, colorida y atemporal belleza de su ritmo y armonía, y con la historia, tan antigua como el mundo, que su melodía me parece susurrar.

Comparto con el artista el entorno natural de la infancia, el singular enclave de Algeciras, pero la música de Paco de Lucía, aun siendo flamenca, es una música global apreciada en todo el mundo. Porque habla de lo más próximo, de las vivencias comunes del ser humano, del misterio insondable de la vida que no sabemos expresar. Se siente y se comprende en cualquier parte porque es una música verdadera, tiene la belleza de la verdad. El genial artista, como un mago o un héroe, ha sido capaz de arrancarle ese misterio a la guitarra y compartirlo con nosotros.

Cuando un músico es tan sorprendente, innovador, creativo, virtuosista y revolucionario como Paco de Lucía, es una tentación pensar que el misterio de su arte tan grande debía residir en su guitarra. Incita a sospechar que su instrumento debía tener cualidades únicas (por no decir mágicas) que le conferían poder a sus manos, a su imaginación, inteligencia y sensibilidad para crear la música tan deslumbrante que todos conocemos.

Disco_Por_descubrir

No es así, claro, pero algo de magia debe existir. La guitarra es un instrumento musical hecho casi totalmente de madera de distintos árboles que poseen la rara cualidad de producir y propagar sonidos. Pero no basta solo con las maderas sonoras para tener una buena guitarra. Desde las profundidades de los bosques donde crecen estos árboles hasta llegar a ser piezas de la guitarra del maestro hay un largo camino de preparación y metamorfosis de las maderas en las manos hábiles del lutier, que sabe cómo trabajarlas para extraerle su mejor sonido.

El maestro Paco de Lucía sintió preferencia por las guitarras de los Hermanos Conde, empresa madrileña fundada en 1915 como Domingo Esteso. En una carta a estos, expresa así el reconocimiento al trabajo de su lutier:

El flamenco es un desgarramiento y ese desgarramiento-guitarra lo he vivido en mis manos muchas veces a través de las guitarras de mis artista-amigos hermanos Conde. […] Y es que para desgarrar el sonido a una guitarra hay que darle alma, magia o arte en definitiva, y eso es lo que hace un artista, porque solo un artista sabe crear un cuerpo a ese arte, un cuerpo que inunde con fuerza de color y forma.

El sentirse cómodo en la vida se encuentra como condición esencial, primero para ser y segundo para dar, tengo que identificarme primero para luego transmitir. Mi comodidad con mi guitarra es mi todo, como flamenco en mi caso, ese todo desmesurado es a la vez belleza, equilibrio, armonía y fuerza.

Los árboles sonoros

Una guitarra es un objeto compuesto por un mango y una caja de resonancia. El mango lo conforman el mástil, el diapasón, los trastes, las cuerdas y el clavijero. La caja de resonancia es el cuerpo de la guitarra, contiene el fondo, los laterales y la tapa armónica perforada; también el puente, donde se fija el otro extremo de las cuerdas.

En la construcción de guitarras flamencas, como las de Paco de Lucía, cada pieza tiene una función diferente en el sonido final y requiere un tipo distinto de madera sonora. Los árboles que con su sonoridad han contribuido al arte del maestro son principalmente: el ciprés mediterráneo, el pino abeto alemán, el ébano, el cedro amargo y el cedro rojo, y el palosanto de la India.

cipres-BarberEl ciprés mediterráneo (Cupressus sempervirens) proporciona una madera acústica de color claro con la que se fabrica el fondo y los aros de la guitarra flamenca, la pieza que recibe las onda sonoras y las refleja hacia fuera. El arbol ciprés forma parte del paisaje cultural de la región mediterránea, donde es nativo y se cultiva desde muy antiguo. La madera, como la de la mayoría de las coníferas, se considera ligera y blanda, pero es muy resistente y con una fragancia intensa y tenaz. Para el toque, es blanda, cómoda de tocar, y su sonido es brillante, cristalino, percusivo.

Las guitarras de ciprés (fondo y aros), llamadas por los flamencos «guitarras blancas», han sido las tradicionales entre los guitarristas flamencos hasta que Paco de Lucía cambió la tradición. Una de las razones es que el volumen de la caja resonante es muy apropiado para salas pequeñas, los escenarios propios donde se acompaña al cante y al baile. Por otra parte, el ciprés es una madera más barata porque el árbol se cultiva en España, aunque parece que hoy en día se importa de Alemania, Rumanía y Grecia.

Paco de Lucía nació y creció entre guitarras flamencas de este tipo, aprendió con ellas. La primera guitarra propia, comprada en 1962 por Benítez Reyes, el amigo de la familia, a los Hermanos Conde,  fue una guitarra de ciprés.

abeto-aleman-BarberEl pino abeto alemán (Picea abies) es también una conífera europea. Se conoce por diversos nombres: abeto rojo, falso abeto, pícea europea y árbol de Navidad. Esta madera, que es de color claro, en la guitarra flamenca se usa para la “tapa armónica”, una pieza clave de este instrumento. Las vibraciones de las cuerdas se transmiten desde el puente, la tapa vibra, mueve el aire contenido en la caja de resonancia y el sonido se amplifica. El abeto rojo es un gran árbol de la familia de los pinos que llega a los 55 metros de altura, tiene porte de árbol navideño y es natural del norte y centro de Europa. Vive en la alta montaña, en ambientes fríos. Su longevidad es notoria, existe un ejemplar en Suecia considerado uno de los árboles vivos de más edad del mundo (9.550 años). Es un importante árbol maderero de Europa.

Las cualidades sonoras de la madera del pino abeto alemán son sobresalientes. La condición de árbol de montaña le da estructura, estabilidad y homogeneidad a las aptitudes tonales. Stradivarius construyó sus famosos violines con madera de este árbol. Los pianos Fazioli también llevan la tabla armónica de abeto rojo. El guitarrero almeriense Antonio de Torres (1817-1892), considerado el lutier más influyente en la configuración de la guitarra clásica española, incorporó el pino abeto alemán para la tapa armónica y desde entonces se usa en la guitarra flamenca.

cedro-rojo-BarberEl cedro rojo de Canadá (Thuja plicata) es conocido también como tuya gigante, árbol de la vida o cedro rojo del Pacífico. La madera color marrón posee magníficas propiedades acústicas. Su uso es reciente para tapa armónica de guitarras, en las flamencas se usa poco, es más frecuente en las clásicas. Esta tuya gigante es un gran árbol de hasta 60 metros de la familia de los cipreses (no es un verdadero cedro), nativo de la región costera del oeste de Norteamérica (EEUU y Canadá). Para los indígenas de esa franja costera era un verdadero árbol de la vida del que extraían infinidad de productos, incluyendo sus tótems espirituales y sus canoas. La madera tiene intenso olor aromático semejante al del cedro, es ligera, muy estable y resistente. Paco de Lucía tuvo algunas guitarras con tapas de esta madera.

ebano-BarberEl ébano (Dyospiros ebenum) tiene una madera de un atractivo color negro, de las más duras y pesadas del mundo, se hunde en agua. Con ella se construye el diapasón de la guitarra, la pieza alargada y estrecha sobre la que se presionan las cuerdas a la hora de tocar, que debe resistir la fuerte presión. El ébano es un árbol mediano de los bosques secos de la India, pero está en peligro de extinción y prohibida su exportación. Actualmente se importa de plantaciones de países africanos como Nigeria o Camerún. Las excepcionales cualidades sonoras de la madera de ébano la hacen indispensable para instrumentos de viento como oboes y clarinetes así como para piezas varias de instrumentos de cuerda y para teclas negras de pianos. En la guitarra flamenca, el diapasón de ébano produce sonidos brillantes y agudos.

cedro-honduras-gEl cedro español o cedro amargo (Cedrela odorata), de la familia de las Meliáceas,  no es un cedro ni un árbol sonoro. De su madera color marrón rosado se fabrica fabricar el mástil de la guitarra, pues pesa poco y a la vez es resistente, aguantando bien la presión que ejercen las cuerdas. El diapasón de ébano sobre el mástil de cedro amargo forman un mango muy rígido que no se comba. Oriundo de las regiones tropicales de América, llega a los 40 metros de altura con su tronco cilíndrico y copa redondeada. Los Mayas y los primeros colonizadores usaban esta madera para todo tipo de usos. El aroma intenso de la madera (al que debe su nombre común) junto a la resistencia al ataque de polillas hace de este árbol una de las especies madereras más importante del mundo.

palo-santo-india-BarberEl palosanto de India (Dalbergia latifolia), debido al aroma floral de su madera, es conocido en inglés como Indian Rosewood o madera rosa de la India. La madera es oscura, pesada, resistente y durable. Como la del ciprés, es idónea para fondo y aros de la guitarra. El palosanto o palisandro indio es una leguminosa de tronco recto que llega hasta 40 metros de altura. Nativo de los bosques indios tropicales del monzón, gran parte de la madera proviene hoy de la fecunda región de Kerala. El crecimiento lento de este árbol aporta a la madera dureza y una estructura homogénea. La madera es muy valorada por el color (de marrón hasta púrpura e incluso más oscuro), durabilidad, resistencia y fuerza. Acústicamente, es muy resonante, fiable, de alta calidad constante y produce un sonido profundo.

Hay otros palisandros sonoros, como el palosanto de Río (Dalbergia nigra), árbol de las selvas brasileñas de la región entre Bahía y Río de Janeiro que fue estimadísimo para fondo de guitarra hasta mitad de los años 60, por la belleza de la madera muy oscura y la excelencia de su sonido palosanto. Pero la especie llegó a estar en peligro de extinción o casi extinguida debido a la desaparición de su hábitat natural a causa de la deforestación para tierras agrícolas. Desde 1968, la exportación de troncos enteros está prohibida y, desde 1992, la comercialización de la madera está restringida por la CITES (Convención Internacional de Especies Amenazadas de Flora y fauna Silvestre). Así fue cómo el palosanto de India, por su mayor disponibilidad y sostenibilidad, se convirtió en el sustituto del palosanto de Río para la fabricación de guitarras.

Conde blanca, Conde negra, Conde roja

Paco de Lucía tuvo muchas guitarras. Antes cité que la primera fue una “conde blanca” de ciprés. En los años sesenta, el Paco joven se ejercitó en el arte de acompañar al cante y al baile; empezó a grabar discos donde ya comenzaba a mostrar el soberbio sentido del compás, la técnica precisa y vertiginosa, y las primeras armonías novedosas al flamenco. Pero terminando la década de los sesenta, la genialidad natural de Paco empezó a rebosar el estanque de la tradición flamenca; para expandirse y dejar fluir el ímpetu de sus dotes interpretativas y compositoras necesitó cambiar la manera habitual de tocar la guitarra y modificar algunos elementos del instrumento mismo.

El músico inconformista adoptó una postura nueva para tocar que supuso una revolución; cruzó las piernas, apoyó el instrumento y bajó el mástil, una postura que le daba más libertad de movimientos a ambas manos. Para tocar como concertista en grandes salas de teatro sintió la necesidad de una guitarra con más fuerza y encargó a los Hermanos Conde la construcción de una guitarra flamenca algo diferente a la tradicional. Tuvo la idea de hacer una guitarra con la misma madera usada para la guitarra clásica, el palosanto. Esto incidió en la estética del sonido tradicional (timbre) y en una mayor fuerza y carácter del instrumento. Además, modificó el espacio entre la primera y la sexta cuerda, haciéndolo mas ancho, para adecuarlo a su peculiar técnica expresiva con el pulgar de la mano derecha. En su disco Fantasía Flamenca de Paco de Lucía, se muestra esta nueva guitarra flamenca, conocida como la “conde negra” (en referencia al color oscuro de la madera de palosanto, en oposición al claro de ciprés).

Sobre esa conde negra se han hecho muchos comentarios: que era de palosanto de Río, que era la que más le gustaba a Paco de Lucía, que se la robaron a mitad de los setenta y que es la que aparece en discos y videos de los años 70, como Fuente y Caudal. No he podido contrastar esta información con fuentes seguras.

En 1975, adquirió otra guitarra similar a los Hermanos Conde, construida por Mariano Conde, de madera de palosanto de India. De esta guitarra sí hay testimonios fidedignos y lleva el distintivo de la casa Conde de la media luna en la cabeza. Se la conoce como la “conde roja”, por el color oscuro rojizo de la madera, ya que el barniz de los Conde tenía ese tono. Esta guitarra ha sido su acompañante habitual de conciertos hasta sus últimas giras. Se la ha visto arañada, desconchada y después restaurada.

PDL por Luciano Viti

La maravillosa guitarra del maestro

Paco de Lucía tuvo también guitarras de Ramírez, del americano Lester Devoe, de Vicente Carrillo, el constructor de las guitarras marca “Paco de Lucía”, y de otros lutieres. Algunas serían de palisandro de Río. Pero para los conciertos prefería su “conde roja”. Me pregunto si sería el sonido de la madera de palosanto de India lo que le atraía de esa guitarra. En conversaciones con Mariano Conde hijo, guitarrero de Paco de Lucía tras heredar la empresa de su padre, me revela verdaderas perlas para entender el misterio de la buena guitarra.

Mariano asegura que en una guitarra, el arte procede en un 50% de la madera y en un 50% del trabajo acabado del artista-lutier. Una guitarra es un todo. No se sabe cómo será hasta que no se termine. Lo más importante es que una vez terminada, una guitarra tiene que acoplarse bien al guitarrista, a su peculiar manera, fuerte o blanda, de pulsar las cuerdas.

Las guitarras tiene algo traicionero: nace con una dureza de cuerda determinada. Y eso se ajusta o no a la fuerza y estilo de tocar del guitarrista. Los tocaores solían tener dos guitarras, una para los solos y otra para acompañar, pero ahora si un guitarrista tiene pulsaciones fuertes prefiere usar la negra para ambas ocasiones.

Se pueden ver guitarras con muy buenas maderas, costosas, pero que resultan malas guitarras. Porque el lutier no ha sabido hacerlas hablar, no ha sabido averiguar qué necesitan para expresar todo su potencial sonoro: qué espesores, qué curvas, qué interiores, qué mezclas. En cambio, de maderas sencillas pueden salir guitarras maravillosas.

Paco de Lucía, dice Mariano Conde, tenía el sentido de la guitarra. Sabía perfectamente que su guitarra más maravillosa era la que se ajustaba mejor a su pulsación, a sus maneras tan únicas de tocar. No se dejaba llevar por otras consideraciones. Y, entre todas las que tenía, siempre volvía a la conde roja, con la que se encontraba más cómodo como manifestó en su carta. Imagino que la sentía como una prolongación de su propio cuerpo y de su ser.

Fantasía flamenca

Paco de Lucía fue un buscador incansable e insaciable en pos de su fantasía flamenca. Buscaba en la fuente inagotable de su infancia, buscaba en el río de la vida y buscaba en la guitarra.

Ritmo preciso. Nota perfecta. Pulcritud. Afinamiento. Belleza. Sentimiento. Esencia. Expresión. Y narración. Un canto, una copla, el cantar como el más perfecto de los instrumentos. Buscaba ese canto primordial, único y completo en su guitarra.

Y tal vez, como al buen lutier, la maderas le cantaban a él la bella, ancestral y eterna canción de la Tierra que tan bien cantan los árboles y el mar. La misma canción en distintas lenguas, la de las montañas europeas, de los bosques de la India, de las llanuras de África y de la costa pacífica y los trópicos de América. Con su fantasía flamenca el maestro las fue traduciendo y convirtiendo en piezas sonoras, audibles e inteligibles, que ya forman parte de nuestra memoria más profunda.

Gracias, Paco.

Escrito por Rosa, 25 de febrero de 2015.

Paco de Lucía interpreta la seguiriya Luzia, Montreux 2012
Web oficial de Paco de Lucía

Guitarrería de Mariano Conde
Carta de Paco de Lucía a los lutieres Hermanos Conde
Ciprés mediterráneo en este blog
Palisandro amarillo en este blog
Scientific American sobre el árbol vivo de mas edad del mundo

 Fuentes

Téllez, J. J. Paco de Lucía: Retrato de Familia con Guitarra. Quasyeditorial. Sevilla, 1994.
Poren, D. E. Paco de Lucía y familia: El Plan Maestro. Sociedad de Estudios Españoles. Madrid, 1992.
Gamboa, J. M. y Núñez, F. Paco de Lucía Integral. Universal Music Spain S.L. 2003.
I Simposio Internacional Paco de Lucía, fuente y caudal. Bienal de Flamenco de Sevilla 2014.
Wikipedia

Agradecimientos
Al guitarrero Mariano Conde por su valiosa información.

Escondido en la ribera

Conozco a los alisos (Alnus glutinosa) desde mis años de estudiante de Biología, sin embargo, cuando en marzo deambulé por el Río de la Miel, en los montes de Algeciras, y los vi con “mis nuevos ojos” de buscadora de árboles percibí en ellos una elegancia genuina que me había pasado desapercibida hasta ahora.

AlisoEl aliso, aliso común, aliso negro o alno, es un árbol bien dotado de cualidades originales pero es poco conocido por las circunstancias de su tipo de vida. Este interesante árbol está especializado en vivir en suelos encharcados o muy húmedos y de aguas limpias, por lo que solo se ven en las riberas de ríos de montaña. Precisamente por su dependencia de la humedad, en mi zona de clima mediterráneo seco, es un árbol más bien desconocido pues vive escondido en los cauces de agua limpia de las sierras y no está expuesto a la experiencia de muchas personas, como sí sucede con otros árboles ribereños como los álamos.

La especie es natural de toda Europa, desde Escandinavia hasta los países mediterráneos, es un árbol típicamente europeo. Pertenece a la familia Betulácea, igual que el mítico abedul.

Otro rasgo peculiar del aliso es que no es un árbol de carácter solitario, sino un árbol de bosque. Suele formar una arboleda con otros alisos, de manera que cuando alcanzan la altura óptima de unos 20 metros, si el cauce es estrecho, las copas de las orillas opuestas se enlazan formando un túnel que recubre el río y crea un ambiente de densa sombra.  Por su imagen parecida a las galerías de minas, a estas arboledas se les llama “bosques de galería”, aunque reciben otros nombres locales como canutos, sotos, etc.  Otros árboles igualmente ribereños como sauces, fresnos y álamos también crean esas galerías boscosas. En el paisaje, estos bosques son fáciles de distinguir por su trazado serpenteante como el río y por su color y apariencia diferente a la vegetación de las laderas,  ya que son árboles caducifolios y muy frondosos  por la humedad de los suelos. En el sur de Iberia el carácter frondoso de las alisedas es particularmente importante, teniendo en cuenta el clima con sequías veraniegas. Lamentablemente estas galerías de árboles han desaparecido de muchos ríos por diferentes causas relacionadas con las actividades humanas.

Bosque_Galería

El Río de la Miel, donde tuve la suerte de volver a reencontrarme con el aliso, es un pequeño río del sur de España, en la provincia de Cádiz, que nace en la Sierra  de Luna a 350 metros de altitud y discurre por 9 kilómetros hasta desembocar en la Bahía de Algeciras. Está integrado en un parque natural (Parque Natural de Los Alcornocales), el paisaje es de gran belleza y su tramo alto alberga un bosque espeso con quejigos morunos, acebos y laureles, especies de gran valor ecológico debido a su abrigada situación entre montañas que proporciona una alta humedad.

Postal_DesembocaduraEl tramo bajo en otros tiempos tuvo una hermosa desembocadura rodeada por espléndidos edificios, como se refleja en las fotos de la época. Perdió, sin embargo, la riqueza natural al ser usado como desagüe de las alcantarillas de Algeciras hasta los años sesenta del siglo XX. En los setenta, para eliminar de la vista las aguas negras y los malos olores, fue encauzado y cubierto, algo indigno para un río de tanta exuberancia. La continuidad de tal situación, entrado ya el siglo XXI, es de lamentar y denota la poca sensibilidad e inadecuada gestión de los gobernantes de la ciudad.

En mi visita de marzo, el tramo medio del Río de la Miel, gracias a la abundante lluvia invernal, estaba rebosante de aguas que corrían, saltaban, fluían ligeras y se remansaban en algunos sitios. En cuanto se alcanzaba la envolvente aliseda, los sonidos irrumpían, a veces un canto, a veces un rumor, otras un gorjeo, un leve murmullo o un clamor de cascada. Mirar el movimiento del agua me dejaba absorta, miraba y sentía la velocidad, la fuerza, la diligencia imparable, la urgencia por llegar al mar; la habilidad para sortear los obstáculos, para elegir el camino más fácil, más sencillo; la transparencia limpia y pura del elemento agua; y en mi contemplación absorta me sentía agua, limpia de pasado y de futuro, diligente en mi fluir hacia el mar de mi destino y alegre como la voz cantarina del agua.

Hojas_de_AlisoEn ese tramo del río, el aliso es el árbol esencial del bosque. Su porte es discreto, sin embargo las hojas son inconfundibles por el verde fuerte y la forma redondeada, aserrada y de punta truncada, también por ser algo viscosas, a lo que debe su nombre científico “glutinosa”. Al comienzo de la primavera, las hojas nuevas tienen una viveza que les hace destacar en la umbría frondosa como farolillos verdes.

Sabemos que las raíces es la parte oculta de un árbol que casi nunca vemos. Sin embargo, en el aliso es bien diferente, porque a sus pies un entramado de raíces reptan, cubren piedras o se aventuran en el agua. Ello es así porque el aliso pronto pierde la raíz principal y le crecen unas raíces secundarias que se extienden en superficie y otras muy profundas que le sirven de excelente anclaje ante las avenidas y riadas. El sistema de raíces emergentes del aliso le confiere una imagen peculiar y sorprendentemente estética, una muestra de la belleza plástica de la naturaleza.

Raíces_del_alisoPero las raíces superficiales son asimismo protagonistas de un hecho importante: tienen unos nódulos donde sucede una de esas asociaciones maravillosas de la naturaleza, en este caso, una bacteria (Frankia alni) fija el nitrógeno del aire para uso del árbol y el árbol le aporta los azúcares que produce con su fotosíntesis. Y con esta relación simbiótica, además del mutuo beneficio, se fertiliza el suelo y se favorece que otras plantas puedan crecer. Las raíces que se extienden por la tierra y el agua aún realizan otra tarea más: filtran y purifican el agua y ayudan a estabilizar las márgenes de los ríos.

La generosidad del aliso no acaba en lo que beneficia a su entorno natural, posee otras virtudes que aprovechamos los seres humanos.

La madera es muy peculiar. Sus características técnicas y estéticas la hacen apropiada para variados usos. Es de un color cambiante, pues tiene tonalidad clara en el momento de cortarla  y al poco tiempo pasa a tener color rojizo. Es blanda,  flexible y algo ligera. Se emplea para ebanistería, escultura, lápices, energía, papel, carbón vegetal, fabricación de zuecos y construcción de cabañas. La madera además posee la particular cualidad de ser resistente al agua, por lo que se ha usado para soporte de palafitos, las viviendas apoyadas en estacas o pilares de madera construidas desde el Neolítico en áreas lacustres y mares tranquilos en Europa y otras partes del mundo. Se cree que los cimientos de diversos edificios de Ámsterdam (Holanda) así como de la ciudad italiana de Venecia, y en concreto del Puente del Rialto, están hechos con madera de aliso.

El aliso es fuente de colores. La corteza, los brotes jóvenes y las inflorescencias proveen con tintes. Según la parte de la planta, la técnica y la época de recogida se obtienen tintes de diversos colores: amarillo, amarillo grisáceo, canela, marrón, naranja, rosáceo, verde, rojizo. La corteza también produce un tipo de tinta entre roja y naranja, así como taninos usados en curtidurías de pieles.

Y como corresponde a un árbol exuberante y pleno, es rico en propiedades curativas. De la corteza se obtienen preparaciones astringentes, antipiréticas y estimulantes, y un componente de pasta de dientes y enjuagues bucales. En algunos lugares es costumbre masticar ramitas de aliso a modo de limpiadores de dientes, igual que con el árbol de Nim en la India al que ya dediqué una entrada. También se usa la corteza o las hojas para curar heridas, inflamaciones, reumatismo, sarna y otras afecciones de piel. Según las crónicas, curanderos antiguos lo usaban para tratar diversos tipos de cáncer. Y las hojas, por su carácter gomoso, se dejan en habitaciones para actuar como pegamoscas.

Cascada

En la tranquilidad recóndita del bosque de ribera, los alisos refugian en su ambiente umbroso a pájaros y otros animales, alimentan a mariposas, enriquecen el suelo con su equipo de bacterias, embellecen el entorno con su arte radicular. Lejos del trasiego humano, esconden su esencia pletórica con elegancia. Y acompañan al agua o son acompañados por ella, por su continuo cantar y contar de historias eternas. Todo esto percibí en el aliso cuando lo miré con mis ojos nuevos.

Escrito por Rosa, jueves 4 de julio de 2013.

Publicación forestal sobre el aliso.
Sendero Río de la Miel.
Entrada sobre el árbol de Nim de la India.
Imagen del Río de la Miel tomada de Picasa, Galería de Rafael Valls.

Érase una vez un árbol

Nuestra relación con los árboles, igual que con las personas, comienza en la infancia. A unos árboles solamente los conocemos de vista; en cambio de otros, sabemos sus nombres, los frecuentamos e incluso llegamos a quererlos como a un amigo o a alguien de la familia. Pero suele suceder que –como con algunos amores- no nos damos cuenta del sentimiento que le profesamos hasta que lo perdemos para siempre.

En mi infancia tuve un árbol amigo. Ésta es su historia.

Érase una vez un árbol que crecía sano y bien mirado en el patio de una casa, en la ciudad costera de Algeciras, allá en el Estrecho de Gibraltar. El edificio, una vieja residencia señorial convertida en casa de vecinos, se disponía en torno a un amplio patio cuadrado, bordeado de arriates, con un alcorque en todo el centro donde crecía hacia el cielo el lustroso pino.

Mari Cintas en el patio junto al árbol, 1961.

María Cintas en el patio junto al árbol, 1961.

El árbol, una araucaria (Araucaria heterophylla) aunque la gente también le llamaba pino, como todos los de su especie, tenía un porte inconfundible. El tronco derecho junto con las ramas horizontales y simétricas le conferían un aspecto triangular muy característico y un aura de equilibro y armonía. Había vivido ya bastantes años y alcanzado una altura honorable, tanto que sobresalía entre las casas circundantes y casi alcanzaba al campanario de la cercana Iglesia de la Palma de la Plaza Alta, cuya torre mide 45 m. Desde el mar, el ápice triangular de la copa se distinguía claramente en la línea del cielo de la ciudad, convertido en un destacado hito tal faro o bandera. Pero sobre todo era un elemento esencial en la vida del patio.

Vista del árbol y la torre de la Iglesia desde el mar.

Vista del árbol y la torre de la Iglesia desde el mar.

En aquella casa la araucaria era una presencia luminosa. Aportaba la sombra; el color verde profundo de sus hojas; la belleza decorativa de su figura; la alegría de trinos de pájaros que se posaban en las ramas; la compañía del susurro de hojas mecidas por el viento; la frescura del aire cargado de oxígeno y otros saludables componentes; el aroma a resina, follaje y madera; el tacto vegetal de sus hojas frescas o secas y de su corteza finamente escamada; y también aportaba certidumbre, la seguridad del tronco esbelto, solido y robusto bien enraizado en la tierra. Una presencia inmensa. Alrededor del árbol transcurrían las actividades de los habitantes de las diferentes viviendas, los juegos de los niños y las charlas de los mayores en las noches de verano o en la soleadas tardes de invierno. Y el árbol asistía en silencio al trajín de las vidas humanas, a riñas y reconciliaciones, a miradas y ensoñaciones, a penas y alborozos. Los niños de la casa jugábamos alrededor de él y de un modo u otro “con él”: nos lanzábamos hojas en batallas imaginarias, modelábamos la resina que manaba de la corteza o abrazábamos al tronco para ver quién tenía los brazos más largos. La araucaria todo lo aguantaba como paciente niñera que sabe lo saludable que es, para crecer tan sanos y equilibrados como el propio árbol, que los niños toquen madera, tienten hojas o sientan los latidos de la savia.

La región donde vivía la araucaria, el Estrecho de Gibraltar, es una zona de frecuentes temporales de viento. El árbol los conocía y estaba bien dotado para resistirlos, razón por la que muchos de su especie habían sido traídos desde la lejana isla de Norfolk, en el Océano Pacífico, para ornamentar casas y ciudades en regiones costeras de muchas partes del mundo. Pero no todos los temporales son iguales. En el invierno de 1963, en enero, hubo una terrible borrasca de viento sudeste; durante veinticinco días llovió copiosamente con las consecuentes inundaciones; transcurrieron después dos o tres días de aparente calma; sin embargo, al amanecer del 21 de enero de nuevo arreció la tempestad y fue en aumento a lo largo del día. Según se supo después, las rachas de viento llegaron a una fuerza de 160 kilómetros por hora y en el mar las olas alcanzaron los veinticinco metros de altura.

La araucaria, al principio, se mostró firme ante el desmedido viento de naturaleza ciclónica, que ya había arrancado cientos de árboles en toda la comarca. Pero sus raíces ya no eran tan jóvenes, ni tan profundas, ni tan largas (algunos decían que llegaban hasta la Plaza Alta). Eran superficiales, y el robusto y alto tronco y las ramas pesaban mucho. El árbol no supo en cual de las embestidas del sudeste perdió el pulso, pero en un preciso momento sucedió. Primero, se inclinó hacia un lado, después hacia otro, y a partir de ese fatídico instante inició un movimiento de vaivén al compás de las ráfagas. Y cuando se movió hacia un lado, ocurrió también que las raíces superficiales del lado contrario se alzaron, y como consecuencia se levantaron las losetas del patio. Después, igual hacia el otro lado, unas baldosas, otras; encima del alcorque la tierra desnuda se elevaba y descendía como una ola. Todo el suelo del patio entró en movimiento ondulante y los habitantes de la casa estábamos atónitos y asustados, aquello era una visión insólita que parecía fruto de una alucinación o una película de magia y terror, pero era la realidad. La sensación de pisar en el patio se asemejaba a estar en un barco, todo se movía en ondas, y aún resultaba más impresionante mirar hacia arriba y contemplar al enorme árbol oscilante, vacilando si caerse y abandonar la feroz batalla con el viento o permanecer de pie.

Al anochecer de aquel día, la tempestad no había amainado sino crecido en fuerza. Los vecinos, temiendo que el árbol cayera y provocara un desastre, llamaron a los bomberos. Vino una cuadrilla, todos pertrechados con cascos y hachas, y cuando el jefe subió sobre el alcorque y sintió el balanceo de su cuerpo a la par que el bamboleo del árbol tomó conciencia de la gravedad de la situación y de su incapacidad para resolverla, así que recomendó la evacuación inmediata de todas las viviendas y se marchó con todo su equipo. Pero la mayoría de los vecinos no estaba dispuesta a dejar ni su casa ni su árbol. Y permanecimos allí toda la noche, a oscuras (la tormenta había cortado el suministro), con un viento endemoniado y un árbol que crujía dolorido y desesperado de luchar contra una naturaleza más fuerte que la propia. Fue una larga noche de insomnio. Nadie pudo dormir.

A la mañana siguiente, la situación no había mejorado. La vieja araucaria seguía en pie tambaleándose y el viento continuaba batiendo y golpeándola a más de 140 km por hora. El suelo se levantaba incluso dentro de las casas y las hojas de la vencida araucaria alfombraban el suelo como restos de una batalla. Las noticias confirmaron la colosal potencia de la tempestad. En el mar, la furia de los vientos y las olas había desamarrado yates y pesqueros, empujándolos hasta las rocas y destrozándolos; y también a un transbordador, “el Ciudad de Tarifa”, con 122 pasajeros y 90 tripulantes, lo había desanclado, arrastrado y encallado en una playa cercana; y en tierra, inundaciones y un sin fin de destrozos materiales.

En vista del preocupante estado del árbol, los vecinos reunidos de nuevo tomaron una decisión: había que talarlo. Cuando la tormenta lo permitió, dos días más tarde, vino un joven leñador armado con un arnés y un hacha. Primero cortó las ramas de una en una; el tronco quedó pelado, como mástil de navío. Luego, inició el corte del tronco de trozo en trozo, desde la punta hasta la base. Cuando finalizó su tarea, el patio quedó cubierto de ramas, hojas y troncos, llenísimo de materia vegetal; los niños disfrutamos jugando con los fragmentos del árbol, con la todavía abundante presencia material de la araucaria. Pero pronto se llevaron todos los restos, solo quedó de la araucaria el tocón de madera a ras de la tierra y las raíces ocultas. Y se terminó.

Cuando el sol de invierno volvió a brillar en una mañana tibia y quieta, sin las emociones alteradas de los días de la tormenta ni la urgencia provocada por el miedo, lo vimos. Niños y mayores vimos el vacío. Sin la araucaria, el patio no era más que un gran vacío. Sin sombra ni verde ni trinos; sin belleza, frescura ni aroma; y sobre todo sin la certidumbre que nos amparaba. Sin el bastión que nos daba fuerza, ánimos y seguridad. La compañera de juegos, la compañera de horas, el amigo árbol, había desaparecido. Y lo echábamos de menos. Entonces fue cuando nos dimos cuenta de cuánto lo queríamos. Fue una pérdida para todos. También para la ciudad, que perdió su faro vegetal y un gran árbol. Pero me alegra pensar que su final fue de leyenda, como correspondía a un árbol viejo, grande y noble, pues tuvo que ser un ciclón, no un viento menor, quien le arrebatara su fuerza verde.

Cada habitante de la casa, chico o mayor, conservó a su manera el recuerdo de la araucaria. Yo lo guardé en mi corazón como una semilla que un día pudiera plantar en una tierra fértil. Esta entrada es la ocasión que desde aquel día he estado esperando: el momento de rendirle homenaje y difundir su historia. Si guardáis también memoria de un árbol amigo, os animo a contarla. Reconocer nuestra íntima relación con árboles es un modo de recompensarlos por todo el bien que nos hacen.

Escrito por Rosa, jueves 23 mayo 2013.

Historia de Algeciras en Imágenes

Historial del Transbordador «Ciudad de Tarifa»