De viaje por la India en diciembre de 2010 recalamos en Anantapur, estado de Andhra Pradesh, para visitar la Fundación Vicente Ferrer y conocer in situ los proyectos que desarrolla en ese distrito indio. Uno de los lugares que conocimos fue el centro de Planificación Familiar, un pequeño hospital donde se realizan intervenciones quirúrgicas a mujeres recientemente paridas que no desean concebir más hijos y se ayuda así a regular la tasa de natalidad de la región.
Llegamos al hospital a la hora justa en la que las abuelas de los recién nacidos bañan a sus nietos al estilo tradicional, mientras las madres convalecientes guardan cama. La forma tradicional india de bañar a los bebés es realmente sorprendente y colorista, todo un espectáculo que nos encantó conocer.
Después de asistir al baño y saludar a las abuelas, nuestra amable intérprete Satya Lakshmi nos condujo por el jardín del hospital hasta un árbol de Nim, y nos contó que cada noche las abuelas se reúnen a su alrededor a rezarle plegarias. Invocan la ayuda del árbol para que sus hijas se restablezcan pronto de las operaciones. El árbol de Nim, nos dijo, tiene numerosas propiedades medicinales y es uno de los árboles sagrados de la India.
Era extraño estar junto al árbol escuchando testimonios de su veneración y observando evidencias de los ritos. A los cuatro lados de la base del tronco, en lo que parecían altares, había unos mandalas pintados en el piso; eran signos indescifrables para mí pero revelaban el dominio de un lenguaje antiguo de comunicación con el árbol por parte de esas mujeres que a mí se me escapaba. La escena me sobrecogía un poco por lo desacostumbrada y a la vez me fascinaba. La idea misma de encontrarme delante de un árbol sagrado me causaba perplejidad. En un intento por comprender el significado de todo aquello, abrí mis sentidos e inhalé profundamente, con el deseo de aspirar junto con el aire la esencia de la invocación a Nim y averiguar su sentido. Mas solo pude registrarlo en fotos y guardar las impresiones en mi memoria, prometiéndome indagar más sobre ese culto cuando tuviera ocasión.

Mandalas al pie de cada altar.
Más tarde, de vuelta del viaje, investigué. Y descubrí que el árbol de Nim corresponde a la especie Azadirachta indica, nativa de India, Pakistán y Bangladesh, una especie extendida por toda la India porque da buena sombra y abastece de múltiples recursos medicinales y otros diversos productos. Neem es su nombre hindi; en inglés es neem e Indian lilac; en América tropical se cultiva y se ha castellanizado el nombre como Nim, también se le conoce como margosa, lila india y paraíso de la India. Es un árbol de la familia Meliácea a la que pertenece el árbol del paraíso (Melia azedarach), una especie ornamental frecuente en las calles y parques de nuestras ciudades.

Árbol de Nim, con cuatro altares blancos en la base del tronco.
También hallé que se aprovechan todas las partes del árbol: las hojas, flores, frutos, semillas, ramas y corteza. Que las ramitas jóvenes se usan en toda India como cepillos de dientes por sus virtudes para la salud bucal. Y que se le reconoce una gran variedad de propiedades medicinales: antibacterianas, antidiabetes, antiparásitos, antivirales, antifúngicas, insecticidas, antirreumáticas y para combatir afecciones de la piel como eccemas, tiña, caspa, lepra, viruela y sarna. Asimismo el árbol de Nim es considerado un buen purificador del aire y un excelente repelente de insectos. Por todos estos servicios sanitarios, la población lo valora como “farmacia de la aldea” y “farmacia de la naturaleza”.
Considerando los abundantes recursos para la salud que el Nim aporta, no me extraña que los indios le manifiesten agradecimiento. Si nos trasladásemos por un momento a una zona rural de India donde no hay agua corriente, luz, condiciones higiénicas, farmacia, asistencia médica ni seguro social, podemos entender fácilmente que un árbol que proporciona tantos beneficios para la salud infunda en la gente sentimientos de gratitud. En la sencillez de unas vidas muy dependientes de la naturaleza de su entorno, los seres humanos de la India rural viven la presencia del árbol de un modo muy distinto a nosotros. Desde su perspectiva, parece comprensible que lo estimen como un ser superior, y que le muestren respeto en la forma ceremoniosa a la que están acostumbrados: llevándoles ofrendas y rogándole ayuda y bendición.
Y descubro también que un “gran árbol” en cualquier aldea india es una presencia central que aúna el símbolo de poder de la comunidad y el reconocimiento de la supremacía de la naturaleza. Desde tiempos inmemoriales los árboles y animales han obtenido así el carácter sagrado. Pero los dones materiales o la presencia grandiosa de los árboles no son únicamente los que le atribuyen ese carácter sagrado, sino también la creencia popular de que todas las plantas son seres conscientes con personalidad propia, habitadas por dioses o espíritus divinos. En textos muy antiguos, como los Puranas, aparecen ya leyendas asociadas a los principales árboles venerados en la India desde los tiempos remotos. El árbol de Nim también cuenta con leyendas de este tipo. Una de las que más me ha llamado la atención relata la creencia de que las seis diosas que regulan las enfermedades viven en el árbol, estas diosas protegen de las enfermedades pero también tienen el poder de provocar afecciones y dolencias a personas de comportamiento pecaminoso, por ejemplo, a quienes mienten bajo su copa. Las mujeres les rezan cuando tienen enfermos en la familia y cuando se extienden las epidemias en los períodos de fuertes lluvias. En sus ritos les cantan plegarias y les dejan ofrendas, especialmente hojas, flores o frutos.
Desde nuestra posición de occidentales, venerar a un árbol suena a ignorancia, creencia, primitivismo y superstición, algo propio de personas sin formación. Sin embargo admito que a mí, europea de España, me maravilla esa relación con el árbol. En cierto modo echo de menos que no tengamos tiempo ni ocasión para agradecer a los árboles lo que nos dan, como si todavía tuviera en mi memoria recuerdos frescos de los ritos que nuestros antepasados europeos mantenían con los árboles tiempos atrás. En nuestra vida cotidiana de hoy, urbanizada, industrializada e informatizada, no somos conscientes de cuántos de los productos que usamos provienen de los árboles. No enfocamos nuestra conciencia totalmente en nuestros actos diarios como respirar, comer, pasear o cualquier otro. Sino que normalmente los realizamos pensando en otras cosas o pendientes de unas pantallas (televisión, ordenador, teléfono móvil…). ¿Quién se acuerda cada día de que el aire que respiramos es mucho mejor gracias al oxígeno que proporcionan los árboles de nuestras ciudades y al dióxido de carbono que fijan?
En la India los árboles no son invisibles. Tienen una presencia notable. Me gustaría que en nuestras latitudes la tuviesen también, porque un gran árbol es un ser extraordinario. No tiene que ser morada de dioses ni de espíritus para que inspire respeto y veneración. Recordemos que un significado de veneración, según la Academia de la Lengua (RAE), es “respetar en sumo grado a alguien por su santidad, dignidad o grandes virtudes, o por lo que representa o recuerda”. ¿Acaso los árboles, como el árbol de Nim, no son seres admirables de sobresalientes cualidades que representan la grandeza de la naturaleza? ¿Y no nos recuerdan nuestra propia grandeza?
Febrero de 2013, en la Revista Informativa de la Fundación Vicente Ferrer del año 2012, leo la noticia de que el centro de Planificación Familiar de Anantapur, tras 20 años de practicar la cirugía abierta para regular la natalidad, ha sustituido esta práctica por la laparoscopia, que no necesita el ingreso de las pacientes. Por lo que, salvo la sala de intervenciones, el centro se está rehabilitando para convertirlo en una academia de formación profesional para jóvenes. Ya no se podrá contemplar allí la hermosa escena del baño tradicional de recién nacidos. Ni los ritos de las abuelas alrededor del árbol venerado. Y me pregunto qué pasará con él. ¿Invocarán salud a Nim las jóvenes estudiantes para terminar felizmente sus estudios profesionales?
Agradezco a la Fundación Vicente Ferrer la inolvidable y gratificante experiencia de conocer los proyectos que desarrolla en Anantapur y animo a los lectores de este blog a que los conozcan. Doy las gracias también a las mujeres indias por respetar a los árboles de Nim.
Escrito por Rosa, jueves 14 marzo 2013
Descripción de la biología y los usos del árbol de Nim

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Rosa, al leer tu entrada sobre el árbol de Nim, he recordado que en agricultura ecológica se utiliza como insecticida para el control de la plaga el minador de los cítricos (Phyllocnistis citrella, microlepidóptero), un producto llamado Neem. Ahora sé su procedencia y mucho más sobre tan valioso árbol.
Un beso y gracias
Ana
Es interesante lo que cuentas, Ana. El que hayas tenido contacto en España con un insecticida procedente del Nim confirma su valor como insecticida natural y lo extendido que está su uso. Gracias por tu comentario.
Querida Rosa:
Me encanta vuestro blog dedicado a los Árboles, bien merecido este homenaje. Siento amor y veneración por ellos, probables reminiscencias de mi infancia pues crecí en una zona boscosa rodeada de ellos pero fundamentalmente por la herencia de mis remotos antepasados indígenas para los que toda la Naturaleza estaba sacralizada. Al leer lo que cuentas sobre ese hermoso «Árbol Medicina» venerado en la India llamado Nim, inevitablemente rememoro el árbol sagrado de los pueblos Mayas de Mesoamérica llamado «Ceiba» de similares características. Afianzado sobre poderosas raíces su vigoroso tronco se eleva hasta los 70m. tocando el cielo donde sus ramas se abren extendidas hacia los cuatro puntos cardinales. Además de considerarle «sostenedor del cielo» la Ceiba es una metáfora de lo maternal por los múltiples usos de su corteza (para hacer canoas y barcazas), de sus sus semillas (aceites comestible y para lámparas, fertilizantes), y de su savia, flores y hojas (medicinas como diuréticos, antinflamatorios, cicatrizantes, etc.). Aún en la actualidad se siguen celebrando cultos bajo su sombra recibiendo ofrendas de frutos, flores y miel. Es una suerte que aún sobrevivan estas evidencias de la unión maravillosa de árboles y hombres que un día fue y que nunca debimos perder. Nos queda la esperanza de volver a recuperarla y tu blog es un aliento en esa dirección. Enhorabuena y muchos besos.
Norma
Bienvenida al blog, Norma. Eres afortunada por tu legado indígena americano que, estoy segura, es una rica fuente de relatos de árboles y de su relación con las personas. El árbol de Nim se cultiva también en América Central pero imagino que por su interés comercial, desprovisto de su carácter sagrado. La ceiba la conocimos en Cuba y me impresionó mucho su grandeza y majestuosidad, es un árbol que desde luego inspira respeto, tendremos que conocerlo mejor. Gracias por tu comentario.
Gracias por compartir, el recuerdo tambien entrañable de mi visita a India y Vicente en el 95:
http://jorgemonedero.blogspot.com.es/2008/12/india.html
Hola Rosa.
Desde muy joven siempre he sentido una gran admiración por la naturaleza, pero sobre todo y en especial por los árboles. Resulta que hace meses estaba haciendo Yoga al pie de un árbol que siempre me había parecido muy bello. En ese mento un desconocido se me acerco y me dijo que ese árbol era muy especial, luego siguió su camino, si hacer mayor comentario. Este evento, no se porqué, me quedó grabado. Meses después, me encontraba en otra zona boscosa y vi de nuevo el árbol y me puse a realizar mi práctica de meditación colocando mi esterilla sobre la alfombra natural de sus hojas secas. Al terminar, noté que ninguna hormiga u otro insecto me habían molestado durante mi sesión, cosa por demás extraña en esta época acá en Venezuela, dónde abunda la plaga, y me pregunté si tendría que ver con alguna propiedad de sus hojas y fue entonces cuando recordé el comentario de esa persona sobre que «ese árbol era muy especial». Para salir de dudas decidí tomar una foto a una rama y la «googlee». Para mí sorpresa conseguí mucha información sobre esta maravilla de la madre naturaleza: El «Neeme» uno de los árboles sagrados de los Vedas y del hinduísmo, venerado desde hace miles de años en la India por sus propiedades medicinales, fungicidas, insecticidas, agrarias, incluso cosméticas, entre otras. Hoy doy gracias a ese desconocido, que sin saberlo despertó en mi la curiosidad sobre este árbol y me llevo a a este excelente blog. Desde hoy me declaro un devoto más de este árbol y un fiel seguidor de tu blog. Namasté!!
Muchas gracias, Manuel. Es muy grato conocer a un admirador de árboles que suele meditar bajo un árbol. El nim es un excelente árbol para meditar bajo él. En la India cuentan que hay árboles que benefician los estados de quietud de la mente, son los árboles sagrados, normalmente beneficiosos en muchos otros sentidos, como el nim. Así que, en tu caso, no solo no tienes plagas a tu alrededor mientras meditas sino que tu experiencia meditativa se ve favorecida. ¡Namasté!
¡Hola Rosa!
Acabo de descubrir este blog y estoy fascinada y agradecida por el contenido. Estaba buscando información sobre el Aliso y me ha encantado tu enfoque al hablar de los árboles . Muchas gracias. Para mi los árboles tienen un significado espiritual, como para los Indios 🙂 soy animista, de hecho. Estoy estudiando los árboles de referencia para el Ogham, el alfabeto antiguo Irlandés (un poco equiparable a las runas).
Me encanta como escribes y como aúnas ciencia y conciencia y sabiduría.¡ Mil gracias!
Muchísimas gracias, Nuria, por tu comentario. Expresas muy bien el acercamiento a los árboles que trato de compartir, la ciencia y la conciencia, lo factual y lo poético, lo objetivo y lo sensitivo, lo racional y lo espiritual. Un abrazo