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De Aromas y Perfumes

El mundo natural está lleno de olores maravillosos. El olor a mar es uno de mis preferidos pero los más atractivos para todos son sin duda los olores aromáticos que desprenden las plantas. Un bosque de pinos, una frondosa higuera, unos naranjos en flor emanan olores deliciosos. El olor refrescante de unas hojas de menta o el perfume meloso de una dama de noche en la oscuridad puede arrebatarnos y llevarnos a un momento repentino de éxtasis.

El Alma de la Rosa. J. W. Waterhouse, 1908.

El Alma de la Rosa. J. W. Waterhouse, 1908.

El olfato es un sentido asombroso. Capta los efluvios odoríferos y los conecta con emociones de vivencias guardadas en el fondo de la memoria, en lo más íntimo de nuestro ser. El olor a mar siempre me arrastra de vuelta a la costa donde nací; el olor a lápiz, a todos nos transporta a la escuela de la infancia donde nos iniciamos en la escritura. Por el olfato alcanzamos un mundo de gozos y evocaciones inimaginables.

Por ello, desde las sociedades tribales, con las sencillas quemas de inciensos y ramas, hasta el mundo moderno, con los refinados y complejos perfumes, el ser humano siempre ha perseguido el sueño de arrancarle a la naturaleza el secreto de sus aromas.

Todo lo que rodea a los perfumes posee un hálito de misterio. Aún sabiendo que los efluvios aromáticos que emanan las plantas son compuestos químicos volátiles con diversas funciones biológicas, no dejamos de admirarlos como un fenómeno prodigioso de la naturaleza. Por otra parte, el conocimiento y dominio de los aromas naturales se ha desarrollado casi siempre en secreto. Se han guardado como tesoros el hallazgo de nuevas especies odoríferas, el descubrimiento de las técnicas más eficaces de extracción de esencias y  la fórmula de ingredientes más arrebatadora. Quizás por ello, la descripción de los perfumes sea tan críptica, oscura e impenetrable, casi un código secreto al alcance solo de iniciados.

Yo también me he sentido atraída por el misterio de los perfumes, sobre todo por saber qué clases de árboles hay detrás de los valiosos frascos de fragancias. Quizás sea en esas sustancias evanescentes donde los árboles sean más invisibles.  Para satisfacer mi curiosidad y explorar los aromas de árboles más aclamados por los perfumistas, viajé a la capital del mundo del perfume, la ciudad francesa de Grasse, el lugar más idóneo para iniciarse en los entresijos de este arte.

La Ciudad de los Perfumes

Cartel de Roger Broders, 1927.

Cartel de Roger Broders, 1927.

Grasse es una pequeña urbe medieval, situada en la confluencia de los Alpes, la Costa Azul y la Provenza, a más de 700 metros de altitud, que lleva siglos dedicada al conocimiento de los aromas naturales. Desde el Hotel Mandarina Grasse, enclavado en lo alto de la ciudad, se divisaba a lo lejos la bahía de Cannes y por todo el valle los campos donde en primavera y verano florecieron la rosa, el jazmín, el clavel, el nardo y la violeta.

Gracias a su favorable microclima, los cultivos de plantas para perfumes se dieron bien y  poco a poco  aumentaron las especies cultivadas. El jazmín llegó a Grasse desde India en 1650; la rosa también por esa fecha; el nardo fue importado de Italia en 1670; la lavanda y la mimosa en el año 1875. Hoy en Grasse se cultivan campos espectaculares de rosa, jazmín, nardo, violeta, azahar, lavanda y mimosa.

Por el desarrollo de excelentes cultivos y de las mejores técnicas de extracción y de creación, Grasse es conocida como “la ciudad de los perfumes” desde el siglo XVII, siendo desde entonces cuna de famosos perfumistas y escuela de referencia mundial. La calidad de sus esencias naturales la mantiene hoy, a pesar de la globalización, como uno de los centros mundiales en producción, proceso y venta del Perfume.

Si quieres saber de perfumes, tienes que visitar Grasse. Todo en la ciudad ronda en torno al perfume: las tiendas de fragancias y jabones, las tienda-museos de las perfumerías Fragonard, Molinard y Galimard, los cursos de creación de perfumes, la Fiesta de la Rosa de mayo, la Fiesta del Jazmín, las Noches Perfumadas de verano… Y el Museo Internacional de la Perfumería con su Jardín de Plantas para Fragancias, donde encontré algo de luz sobre los árboles más admirados en este reservado arte.

Catálogo de aromas

“En perfumería, el artista termina el olor iniciado en la naturaleza”,  manifiesta el protagonista de A contrapelo, la novela del escritor francés J. K. Huysmans (1848-1907). Para los naturalistas, el olor de la rosa nos parece de un acabado perfecto; para los perfumistas, la perfección se alcanza cuando después de extraer la esencia a una planta la mezclan con otras para crear algo nuevo de superior categoría.

La naturaleza crea el perfume en el momento en que las plantas fragantes sintetizan aceites esenciales volátiles. Estos aceites con aroma tienen funciones biológicas muy importantes para las especies, sirven, entre otras cosas, para atraer a insectos para la polinización, repeler a herbívoros y xilófagos, atacar microorganismos patógenos o comunicar mensajes a las otras plantas del entorno. Dependiendo de las especies, los aceites se fabrican en las flores, las hojas, los frutos, la raíz, la madera o la resina.

Las materias primas fragantes se catalogan en siete clases (según la clasificación tradicional exhibida en el Museo Internacional de Grasse): Florales, Frutales, Maderas, Herbáceas, Especias, Bálsamos y Animales. En total suman setenta materias; en otras clasificaciones, el número es muy superior.

La recolección de las materias primas naturales es el momento más delicado de todo el proceso; para que el aceite sea de la mayor calidad hay que conocer el momento del día más propicio y recoger con delicadeza la materia, los pétalos, por ejemplo, para que den la mejor de sus fragancias.

La segunda fase es la captura de los aromas. Se realiza por diferentes procesos, dependiendo del tipo concreto de materia prima. Las técnicas más frecuentes son la destilación al vapor después de macerar en agua; la expresión de las cáscaras de los frutos; y la disolución en grasas animales o disolventes volátiles. Las esencias extraídas no son sustancias simples. En realidad, cada aceite esencial es una mezcla muy compleja de más de cien compuestos químicos. De estos, los que aportan los aromas son los terpenos, fenoles, aldehídos, cetonas, ésteres y alcoholes. La esencia de rosa, por ejemplo, tiene 275 componentes. El aroma natural en la planta es ya un aroma múltiple.

La última etapa es la elaboración de una fragancia. Una “nariz”, como se conoce al perfumista, dispone hoy de una gran cantidad de esencias (incluyendo las sintéticas) que puede mezclar. Esos frascos de esencias son como la paleta de colores para el pintor. Un perfume puede contener entre 200 y 500 ingredientes, (casos extremos son el “Molecule 01”, de una sola molécula y el “Beautiful”, de 2000).  El arte reside en crear una mezcla o composición que tenga armonía y atractivo.  Se necesita un sentido del olfato muy desarrollado capaz de memorizar de cada aroma los olores que la componen, la persistencia en el tiempo, el modo en que se afecta por otros, así como los grupos o acordes de esencias que mejor funcionan.

Dentro de esta rica y variada paleta el perfumista dispone de una serie de esencias que proceden de árboles. Hay árboles con flores perfumadas, otros con frutas de olor seductor, los hay con maderas de intensa fragancia y también los que lloran lágrimas aromáticas y por supuesto los árboles de especias.

Flor de la mimosa, dulce abrazo

Los aromas florales son los más bellos y cautivadores, yo diría que es la belleza natural en forma de aroma. La rosa y el jazmín emiten unos olores que son pura delicia, emblemas de este tipo de fragancia de origen floral, pero muchas otras flores también nos hacen gozar. En este importante grupo de materias fragantes, las flores del naranjo (Citrus spp.), del ylang ylang (Cananga odorata) y de la mimosa (Acacia spp.) son los tres aromas florales de árboles que más se usan en los perfumes.

De la flor de la mimosa dicen que su olor es un milagro de la naturaleza, tan  dulce y reconfortante como el abrazo de una madre. El nombre “mimosa” («muy aficionada a caricias» según la RAE) le viene de maravilla. También el nombre de “aromo”, como se le conoce en Chile;  parece que su flor sea el aroma por excelencia, el más agradable de todos, o tal vez por la evocación más universal,  oler a abrazo de madre.

En realidad, aromo y mimosa son nombres aplicados a diversas especies de leguminosas. En perfumería se usan principalmente dos: la Acacia dealbata, de origen australiano, y la Acacia farnesiana, de origen americano, la preferida de los perfumistas, a ella voy a referirme en esta entrada.

La mimosa (A. farnesiana) es un árbol pequeño y espinoso, a veces arbusto, único por sus flores de color amarillo intenso, pequeñas, globosas, muy perfumadas, que florecen antes que ninguna a final de invierno.

Es originaria de América tropical, desde Texas y California hasta Perú. Actualmente se cultiva en Argelia, Marruecos y sur de Francia, principalmente en la región de Grasse, también en Oriente Medio y la India. Y se ha naturalizado en otras regiones tropicales, subtropicales y templado-cálidas, probablemente extendidas por la acción humana.

Crece bien en todo tipos de suelo, con régimen de lluvias hasta los 900 mm anuales. Ecológicamente es una especie importante porque es parte de la vegetación secundaria que sucede al bosque tropical caducifolio y es indicadora de sitios perturbados.

La especie tiene importancia económica. Se emplea como ornamental y para mejorar los suelos (fijadora de nitrógeno), y de ella se extraen colorante, curtiente, condimento, combustible, forraje, medicina herbolaria y el aceite esencial para perfumería.

La historia de su nomenclatura es curiosa y muestra lo caprichoso que puede ser el origen de un nombre botánico. Este árbol posiblemente era bien conocido y utilizado en la América prehispánica, recibiendo diversos nombres locales, por ejemplo huizache en México.

La primera referencia botánica en Europa es de 1625, por el botánico y médico Tobías Aldino, en su obra en latín “Exactissima descriptio rariorum quarundam plantarum, quae continentur Romae in Horto Farnesiano” (Descripción exacta de las plantas del Jardín Farnesio de Roma). Le llamó Acacia Indica Farnesiana; el epíteto latino farnesiana nos lleva así a la colina palatina de Roma, cerca del arco de Tito, donde en 1550 la familia noble Farnesio creó uno de los primeros jardines botánicos privados de Europa, el Horti Farnesiani, muy popular en el XVIII y XIX. Parece que los jesuitas, en 1611, llevaron semillas de mimosa desde su tierra nativa Santo Domingo, como regalo para el Cardenal Eduardo Farnesio, que las plantó en su jardín renacentista, donde serían descritas y dibujadas con gran precisión por Aldino.

Cuando en 1753, Linneo alumbra su obra “Species Plantarum”, marcando el nacimiento de la moderna nomenclatura botánica, asigna a este árbol el nombre Mimosa farnesiana, curiosamente eligiendo como referente la primera ubicación europea (siguiendo el criterio de Aldino) en vez del origen dominicano o americano. El vocablo genérico Mimosa procede del latín, mimus, y alude a las especies (como M. pudica) que se retraen cuando las tocamos, de ahí que a la mimosa también se la denomine “púdica”, “vergonzosa” y “sensitiva”.

Posteriormente, en 1806, el botánico alemán Carl Ludwig Willdenow, en la cuarta edición del “Species Plantarum”, reasignó la mimosa al género Acacia, con el nombre Acacia farnesiana. Quedó así incluida en un gran género de árboles y arbustos con más de 1300 especies distribuidas por todo el mundo.

Recientemente se ha comprobado que el gran grupo del género Acacia es polifilético (que deriva de varios ancestros) y se ha dividido en cinco géneros. La mimosa ha sido asignada al género Vachellia, que fue acuñado en 1834 por los botánicos Robert Wight y George Arnott, en su obra «Prodromus Florae Peninsulae Indiae Orientalis» (Flora de la India), estableciendo como especie tipo a Vachellia farnesiana, a partir de plantas cultivadas en la India. En esta ocasión, el nombre genérico Vachellia nos conduce a la región de Macao en el sur de China y guarda relación con el Reverendo G. H. Vachell (1799-1839), capellán de la fabrica de la Compañía Inglesa de las Indias Orientales en Macao, que recolectó plantas de la región y descubrió un número considerable de nuevos taxones.  Extraña historia la de este nombre botánico que asocia a la mimosa americana a un capellán inglés en Macao y a un palacio renacentista en Roma.

Por otra parte, el árbol recibe muchos nombres comunes diferentes en cada idioma. En Francia la llaman cassie, en inglés sweet acacia,  en México, huizache.

Desde los Jardines Farnesio, la especie fue introducida en la Provenza por el delicado olor de la flor, al menos a partir de 1825. Hoy la mimosa es la flor reina del invierno en la comarca de Grasse. La explosión de la floración es tan espectacular que de enero a marzo se organiza la “Ruta de la Mimosa” a lo largo de 130 kilómetros de la Costa Azul, cuando la tierra se cubre de oro y brilla entre el azul de mar y cielo.

Las descripciones de aromas de los expertos en perfumes amplían las sensaciones olfativas con matices visuales, táctiles, gustativos o sonoros. Así, a la fragancia de la mimosa la describen como un aroma floral con tono aterciopelado y tonalidad polvo. Tres escritoras del blog Fragantica encuentran en perfumes del mercado centrados en esta flor de oro estos matices sorprendentes:

De «Mimosa Pour Moi», dice Juliett Ptoyan,  que huele a color amarillo y que esta “eau» es como una montaña rusa de principios de primavera hasta el corazón del verano, fresca y caliente, picante y dulce.

De «Une Fleur de Cassie», cuenta Raluca Kirschner que huele como si cientos de dorados y esponjosos pompones de mimosa estuvieran rodando por una colina de sándalo tomando algunos tonos especiados de clavel en su camino, clavel que añade una especie de efecto de piel humana: un poema erótico en una botella.

Para Sandra Raicevic, el aroma de la mimosa representa a la perfección los días de verano en medio de un invierno frío y nevado que traen mucha felicidad y alegría.

Fruta del bergamoto, estallido brillante

Los olores de las frutas son muy atractivos para los pájaros y para nosotros; en este caso, los árboles sintetizan el aceite esencial en la piel del fruto. Los aromas de los cítricos son muy empleados en perfumes, especialmente el naranjo (Citrus aurantium) y el bergamoto (Citrus bergamia), el favorito de los perfumistas porsu carácter excepcional.

¿Qué tiene la esencia de bergamota? Es muy perfumada, con una acidez no aguda como en otros cítricos sino más sutil, resultando tan fresca que se considera “brillante”. También presenta una persistencia mayor que otros cítricos, lo que es muy importante para un perfume. Y armoniza con una amplia gama de mezclas de esencias, favoreciendo, además, que sus componentes se complementen entre sí. Es una de las notas más comunes en la paleta del perfumista. La versatilidad de la  bergamota es tal que la podemos encontrar tanto en las aguas de colonia más ligeras como en los perfumes más densos.

Si sois tan aficionados al té como yo, reconoceréis el aroma a bergamota en el famoso té Earl Grey, el té favorito del Conde Earl Grey (Primer Ministro británico de 1830 a 1834), que se popularizó a principios del siglo XIX y que sigue siendo predilecto de muchos té-adictos entre quienes me incluyo. El aroma de la bergamota también os puede resultar familiar por las aguas de colonia que todos hemos usado en algún momento de nuestra vida, porque es el principal componente de esta fórmula creada a principios del siglo XVIII como perfume ligero.

El árbol del bergamoto es pequeño de altura, conflores blancas muy perfumadas y una fruta esférica aplanada o piriforme, de pulpa verdosa, y corteza amarilla cuando madura.

Solo se conocen bergamotos de cultivos. En Asia tropical y subtropical, de donde proceden las especies del género Citrus, no se han encontrado bergamotos silvestres, así que su taxonomía ha sido muy discutida. La investigación genética sobre sus ancestros ha determinado que posiblemente sea un híbrido entre el naranjo amargo (C. aurantium) y la lima dulce (C. limetta). Hoy se acepta la clasificación como especie Citrus bergamia, aportada en 1819 por los botánicos Risso y Poiteau.

Sin saberse qué fue de este árbol antes, el bergamoto es citado por primera vez en 1714, en Colonia, Alemania, en los registros  de compras de ingredientes de la empresa de perfumes Eau de Cologne Farina, la marca de perfume registrada más antigua del mundo.

El Agua de Colonia Original (Original Eau de Cologne), fue creada a principios del XVIII por Giovanni Maria Farina. Era una solución de aceites esenciales diluidos en etanol al 4-8%, basada en esencias de limón, naranja, bergamota, mandarina, cedro, lima, pomelo y una mezcla secreta de hierbas.

Cuando se puso a la venta, el aroma sorprendió enormemente. Era una fragancia muy fresca, opuesta a los cargados perfumes que se usaban entonces. Goethe, Voltaire, Napoleón, la reina Victoria y otras personalidades se volvieron locos por ella; gracias a lo cual, el agua de Colonia se exportó a todo el mundo. Y el mundo descubrió el aroma y el nombre del bergamoto.

La primera plantación de bergamoto conocida aparece registrada en 1750 en el  sur de Italia, en la provincia de Reggio Calabria, en una pequeña franja de 150 km de la costa jónica. Desde entonces ese enclave no solo es uno de los escasos lugares donde su cultivo prospera sino que además ha sido el principal productor de bergamoto del mundo. Un pequeño rincón del Mediterráneo con clima subtropical húmedo templado, al resguardo de los vientos por las colinas circundantes, donde el bergamoto, parece encontrar cuanto necesita para desarrollarse y dar de sí la mejor esencia.

Hoy en día en Reggio hay 1500 ha dedicadas al bergamoto, que producen una media de 100.000 kg de aceite esencial de la mayor calidad. El bergamoto se cultiva en otras partes del mundo como Costa de Marfil o Marruecos, pero esas tierras no dan un aceite de la calidad del de Calabria.

El misterio de su origen ha dado lugar a que circulen diversas teorías sobre la procedencia del nombre bergamoto. Unos autores atribuyen el origen a distintas ciudades mediterráneas: Bérgamo, ciudad del norte de Italia; Berga, ciudad de provincia de Barcelona; Pérgamo, ciudad de Turquía.

Otra teoría bastante aceptada es que procede del turco “Beg ar mundi”, expresión traducida comúnmente como “pera del señor”. Sin embargo, H. Chapot, en su monografía Le bergamotier de 1962, descarta esta etimología por considerar que la aparición de la bergamota en Turquía es bastante moderna, además traduce la expresión árabe como “princesa de las peras”, debido al hecho de que, para mayor confusión, existen diferentes variedades de peras (Pyrus spp) que llevan el nombre de bergamota. Chapot sostiene que el bergamoto habría surgido en Calabria o Nápoles,  en forma de plántulas, probablemente como un híbrido, entre los siglos XIV y XVI.

El árbol de bergamoto se cultiva sobre todo para la extracción de esencia, que se extrae de la fruta verde inmadura. Pero también se obtienen de él otros productos: jugo de bergamota de alto contenido en acido cítrico; fruta confitada, a partir de bergamota verde; esencia de fruta amarilla madura para saborizante del té “Earl Gray” y de los famosos caramelos franceses “Bergamotes de Nancy” (desde 1850); esencia de “bergamotella”, de frutas inmaduras caídas al suelo, para uso en farmacia; y esencia del fruto verde cenizo para licores.

Hasta los años 90 del siglo pasado, el aceite esencial también se usaba en bronceadores, pero se descubrió que uno de sus componentes favorece la aparición de melanomas malignos y este tipo de productos se prohibió. La sustancia fotodañina es la furanocumarina, compuesto también conocido como psoraleno y bergapteno, presente en el residuo no volátil del aceite. En la actualidad, al aceite esencial de bergamoto para perfumes se le extrae previamente la furanocumarina.

Los principales componentes aromáticos del aceite esencial de bergamota son el acetato de linalilo, que aporta cierta frescura afrutada, y el linalol que huele más floral. El linalol también es componente del cilantro y la lavanda, de hecho el olor del bergamoto tiene afinidad con el de estas hierbas aromáticas.

La esencia de bergamota se usa en diferentes proporciones en casi todos los perfumes modernos.  En pequeñas dosis, según los perfumistas, añade brillo,  y en grandes cantidades, aporta un fondo radiante a otros aromas.

Son muchos los perfumes que incorporan la bergamota. La “Eau Sauvage” de Dior, creada en 1966 para hombres, contiene un 40% de bergamoto. La propia empresa describe en su web que  “su olor efervescente transmite la pureza cristalina y tonificante de los manantiales de agua mineral y hace un guiño a la fuerza más salvaje e instintiva de la virilidad”.

Shalimar, 1930

Shalimar, 1930

El perfume “Shalimar” creado en 1925 por la casa Guerlain contiene 30% de bergamota, y muchos coinciden en que es donde se puede explorar este aroma en toda su plenitud. Shalimar está inspirado en la historia de amor del emperador de la India, constructor del Taj Mahal, Shah Jahan, con su esposa favorita, la princesa Mumtaz Majal. El perfume, indica la casa Guerlain, se abre en un estallido de bergamota, le siguen delicadas notas florales en forma de sobredosis estructurada de rosa, jazmín y lirio, y termina con una estela de la adictiva vainilla.

El Agua de Colonia Original, descubridora del aroma del bergamoto, Farina la describió como “un amanecer italiano, con narcisos de montaña y azahares de naranjos después de la lluvia, que refrescaba y reforzaba los sentidos y la fantasía”.

La madera de sándalo, aroma sagrado

Otro grupo importante de materias aromáticas son las maderas de los árboles, aunque también se cuelan plantas no arbóreas con ese olor “amaderado” como la raíz de la hierba vetiver y las hojas del arbusto pachuli.

Según la clasificación tradicional (expuesta en el Museo de Grasse), las maderas aromáticas de árboles más usadas son las de cedro, sándalo y abedul. En otras clasificaciones, sin embargo, el grupo es muy amplio, incluye árboles aromáticos de clima templado muy conocidos como araucaria, abeto balsámico, alerce, ciprés, pino, tuya,  higuera, sicomoro, manzano, almendro o ciruelo, y otros tropicales exóticos como palosanto, jacaranda, eucalipto, teca, ébano, baobab, nim, oud. Existen pocas fragancias que no incluyan maderas.

En ese amplio abanico de maderas como materias para perfumes, el sándalo (Santalum album) ocupa sin duda un lugar destacado. Es uno de los ingredientes de perfume más antiguo que se conocen, lleva siglos siendo usado por sus cualidades fragantes, medicinales y escultóricas, y es un árbol con valor espiritual considerado sagrado en la India.

sandalwood

El olor del sándalo se califica como aroma de madera clásico, exótico y oriental. Frente a otras maderas de olores que evocan aires frescos como el pino o el cedro, el del sándalo se percibe como un aroma profundo, acogedor, con matices cremosos, lechosos y dulces. Y muy persistente, la madera retiene el aroma durante décadas.

El sándalo es un pequeño árbol tropical, de la familia de las santaláceas. Siempreverde y longevo, tiene hojas finas y colgantes, flores pequeñas color púrpura y frutos globosos pequeños. En la India crece hasta los 20 metros de altura, menos en otros enclaves. Tiene la particularidad de ser un árbol hemiparásito, parasita las raíces de otras plantas de su entorno mediante unas estructuras llamadas haustorios, emitidas de sus propias raíces, así obtiene algunos nutrientes como fósforo, potasio y nitrógeno. Es pariente del muérdago (Viscum album), otra santalácea nativa de Europa también semi-parásita, que es utilizado como adorno navideño. Su hábitat natural es el bosque tropical caducifolio seco.

Se considera nativo de la India, China, Indonesia y Filipinas. En el norte de Australia también se encuentra, no se sabe si de origen nativo o plantado.  Algunos botánicos consideran que fue introducido en la India desde la isla indonesia de Timor, pero hay testimonios de su presencia en India desde hace 23 siglos, ya que aparecen referencias a él en el Mahabarata (300 años a.C.). Hoy crece en los estados indios de Karnataka, Tamil Nadu, Kerala y Andra Pradesh, y la India es el principal productor mundial.

La madera es de textura fina, muy resistente a hongos e insectos. La albura es blanca e inodora mientras que el duramen es amarillento y fuertemente aromado. En el pasado se usaba para construir barcos y templos. También se usa para tallar figuras. Y desde luego en perfumería así como en medicina tradicional.

El nombre genérico Santalum procede del griego santalon y este del sánscrito candanam, traducido como “madera para quemar incienso”; su nombre hindi es santal. El epíteto album se refiere al color blanco de la albura. El género tiene unas 25 especies, algunas también aromáticas con uso comercial.

El alto valor del sándalo ha llevado a la extensión de su área de distribución. Las esencias procedentes de India son la de mayor calidad y la de Mysore (estado de Karnataka) la más valorada de todas.

Desde 1998 la UICN considera al sándalo dentro de la categoría de “especie vulnerable”, por las amenazas del fuego y el pastoreo y sobre todo por la intensa explotación de la madera para aceite esencial y mobiliario. Como medidas de conservación, el Gobierno de India ha prohibido la exportación de la madera, ha declarado al árbol de propiedad estatal y ha proclamado leyes protectoras; a pesar de ello hay un alarmante tráfico ilegal de madera.

El aceite esencial de sándalo se obtiene por maceración y destilación de las raíces y el duramen de la madera, pulverizados y secos. El tronco del árbol contiene la mayor cantidad de aceite en la madurez, cuando el árbol tiene entre 40 y 80 años, la obtención es costosa y la esencia extraída tiene un precio alto.

En las medicinas tradicionales de India, China y otros países de su región nativa se usa el aceite esencial de sándalo desde antiguo. El principio activo terapéutico es el santalol, que constituye el 90% del contenido del aceite, y es el que protege al árbol. Una de las propiedades reconocidas es la de mejorar las dolencias de la piel. También se le atribuyen propiedades antiinflamatorias, antifebriles y bactericidas.

En la India, el sándalo forma parte de los ritos espirituales. En los templos y en los altares domésticos se quema inciensos de sándalo para recordar lo fragante que es el reino de los dioses. En las prácticas de meditación, el humo de sándalo suele estar presente porque se considera que calma y enfoca la mente. Hay deidades talladas en madera de sándalo y rosarios realizados con las semillas. En las ceremonias religiosas se prepara una pasta de sándalo, llamada “chandanam”, que se aplica en la cabeza, pecho o cuello, así como en las figuras de diosas y dioses.

Según un relato mítico, la diosa Parvati, esposa de Shiva, creó a Lord Ganesha de sándalo, amasando la figura con la pasta “chandanam” e insuflándole después un soplo de vida.

El olor del sándalo es muy diferente a otros aromas de madera. La nota amaderada es delicada y sutil, en conjunto es una fragancia rica, fresca y balsámica, dulce y brillante. Se le atribuye poder afrodisíaco. La esencia de sándalo, usada en pequeñas proporciones, es un fijador que realza las otras fragancias y mezcla bien con la mayoría de los aceites.

Hay muchas fragancias que se basan en el sándalo. “Trayee”, de Neela Vermeire, es una fragancia de 2012 que representa según sus creadores el paisaje espiritual de la época védica. Contiene ingredientes naturales usados en las ceremonias védicas que van desplegándose sucesivamente provocando puras sensaciones de la India, de la vaporosa impresión del humo del sándalo ardiendo al olor a polen de jazmín sobre la piel, siguiéndole el aroma de una ofrenda de flores.

Estamos en diciembre cuando escribo esta entrada. En televisión emiten todo tipo de anuncios de perfumes con imágenes atrayentes y nombres enigmáticos. Ninguno nombra árboles. En París en estos días abren un nuevo museo, el Grand Musée du Parfum, donde seguro aguardan nuevas experiencias y revelaciones.

He sido impermeable a estos productos durante toda mi vida, ahora sin embargo me rindo ante la riqueza de este conocimiento antiguo y renuevo mi asombro por la belleza de estas materias sutiles, los olores, aromas, fragancias, que los árboles aportan a nuestro mundo. Quizás esta Navidad regale perfumes, eso sí, asegurándome que contengan esencias de árbol. Tal vez en esas esencias etéreas haya algo más que compuestos químicos, tal vez sea ahí donde se concentre el alma de los árboles.

Escrito por Rosa, 22 de diciembre de 2016

Fuentes
Museo de la perfumería de Grasse
Descripción de Acacia farnesiana, CONABIO, México
Conservación de Santalum album según UICN
Monografía sobre el bergamota de H. Chapot de 1962
Blog Fragantica
Blog Bois de jasmin

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La ciudad de los metrosideros

Los árboles urbanos le dan carácter y seña de identidad a una ciudad. El viajero recuerda los pinos en la parte antigua de Roma, el bulevar Bajo los Tilos en Berlín, los castaños de Indias en los Campos Elíseos de París o los naranjos que perfuman en primavera las callejuelas de Sevilla.

La ciudad de La Coruña, en la costa noroeste de España, parece tener una predilección singular por los metrosideros. No se sabe exactamente cómo ni cuándo llegó allí el primer ejemplar de esta especie. En el Monte Alto, en el jardín del antiguo hospital, hoy cuartel de la Policía Municipal, se yergue un metrosidero imponente, centenario, con una copa inmensa que sobresale por los muros y oficinas colindantes buscando su espacio vital, como un gigante acorralado.

Metrosideros_CorunaSe piensa que fue plantado a finales del siglo XVIII, por marinos ingleses que hicieron escala en el puerto. Es decir que tendría algo más de 200 años. No puede ser mucho más viejo, porque los primeros ejemplares que llegaron a Europa fueron los recolectados en Nueva Zelanda en 1768, por los botánicos Banks y Solander durante el famoso viaje del Endeavour, capitaneado por James Cook.

Sin embargo, no pocos vecinos creen que el venerable árbol lleva en el barrio por lo menos 400 ó 500 años. Es más, se especula sobre su condición de prueba viva de que los marinos españoles visitaron Nueva Zelanda antes que el capitán Cook. Un casco militar del siglo XVI descubierto en el puerto de Wellington alimenta ese misterio y ha dado lugar a una novela histórica de intrigas y conspiraciones titulada «The Spanish helmet» («El casco español»), por Greg Scowen.

Avenida_metrosideroEl metrosidero del Monte Alto, como una gran madre, ha ido propagando y llenando de jóvenes vástagos la ciudad. Muy cerca de este epicentro botánico se ha rotulado una vía nueva como la Avenida Metrosidero. Se une así a la lista de árboles en cuyo honor se han nombrado calles y avenidas, contribuyendo a la identidad urbana. Y La Coruña se une a la lista de ciudades sensibles que han incluido una especie de árbol singular en su callejero. En el inventario reciente (de 2015) de árboles urbanos se pueden contar hasta 285 individuos de esta especie, distribuidos por el Paseo Marítimo (82), la Avenida Metrosidero (42), Parque Monte San Pedro (23) y otros jardines y calles de la ciudad. Además del gigante del Monte Alto hay otros metrosideros grandes (con perímetro de tronco superior a los 4 m) en los Jardines de Méndez Núñez y la Plaza de Portugal.

Al estar incluido en el Catálogo de Árboles Singulares de la Xunta de Galicia, el metrosidero centenario tiene garantizada su protección y la «prohibición de cualquier acción que pueda afectar negativamente a su integridad, a su salud y a su apariencia». ¿Qué sabemos de este árbol exótico que llegó de las antípodas?

Árbol de flores rojas que vive junto al mar

La historia empieza con Daniel Solander (1733-1782), un botánico sueco, discípulo de Linneo, que trabajaba en el Museo Británico cuando fue contratado por Joseph Banks para la expedición del Endeavour. Durante los seis meses de 1768 que pasó en Nueva Zelanda recolectó y describió gran número de especies de plantas. Entre ellas nombró al Metrosideros excelsa¹, de la familia Mirtácea. El nombre genérico Metrosideros deriva de las palabras griegas «metra», acuñada por Teofrasto para designar el interior del tronco, y «sideros», hierro; de esta forma describía los árboles que tienen el corazón (duramen) del tronco con la dureza y el color del hierro. De la misma época se conserva en el Museo de Historia Natural de Londres una acuarela de Sydney Parkinson, artista a bordo del Endeavour, con la primera iconografía de metrosidero que se pudo ver en el hemisferio norte. Así, este árbol «corazón de hierro» adquirió nombre e imagen para incorporarse a la cultura y al imaginario europeos en el siglo XVIII.

Acuarela de Metrosideros excelsa por Sydney Parkinson.

Acuarela de Metrosideros excelsa por Sydney Parkinson.

Flor_metrosideroPero antes que los europeos, los maoríes llegaron a Nueva Zelanda hace 700 años, desde la Polinesia. En la nueva tierra aprendieron a utilizar la madera y las propiedades medicinales del metrosidero y lo incorporaron a sus leyendas y tradiciones. Más poéticos que los botánicos europeos, lo llamaron pohutukawa, que viene a significar «árbol con adornos rojos que crece junto al mar». Para este pueblo navegante tenía un gran significado simbólico como el primer árbol que veían al llegar a la costa, y el último en las despedidas. Sus llamativas flores rojas en realidad son inflorescencias, que tienen una media de 14 flores, cada una con cerca de 30 estambres muy largos (entre 2,0 a 3,7 cm) y de color carmesí o escarlata ².

Según la mitología maorí el joven héroe Tawhaki subió a los cielos para buscar ayuda y vengar la muerte de su padre, pero fue fulminado, cayó a la tierra y su sangre se esparció cubriendo de rojo los pohutukawas. Sangre de héroe convertida en flor.

En el extremo norte de la isla, en el Cabo Reinga (que significa «inframundo»), un viejo pohutukawa de unos 800 años es venerado por los maoríes como el lugar donde los espíritus de los muertos llegan desde todos los lugares de la isla para deslizarse por sus raíces a las profundidades bajo el mar y viajar hasta su tierra ancestral Hawaiki. Árbol como puerta al más allá.

Los primeros colonos europeos también utilizaron el pohutukawa para sus rituales y tradiciones espirituales. Con sus ramas siempreverdes adornaban las casas e iglesias durante la Navidad y le llamaron «acebo de las antípodas». Como su explosiva y colorista floración carmesí coincide con el solsticio de verano austral (diciembre) es muy popular entre los neozelandeses, que frecuentan la costa en esa época, convirtiéndose en un árbol icónico bautizado como el «Árbol de Navidad de Nueva Zelanda».

Es un árbol con vocación marina. Tiene una estrategia pionera que le permite colonizar las rocas desnudas de la costa; produce numerosas semillas pequeñas que se dispersan por el viento, sus plántulas son tolerantes a la sequía y al spray salino. Cuando se establece en una grieta, se expande mediante las raíces adventicias que penden de sus troncos retorcidos, juntándose las copas de los árboles vecinos y formando un bosque denso e impenetrable.

Esta especie es endémica de la isla norte de Nueva Zelanda (solo se encuentra allí en estado natural). Aunque no se puede considerar como amenazada, sus bosques han sufrido una gran merma (se estima que solo queda el 10% de los originales). Las principales razones de su declive han sido la ocupación de las zonas costeras para residencias y granjas, el efecto del fuego y la introducción de herbívoros, como la zarigüeya australiana (Trichosurus vulpecula).

25-years-logo-image-squareHace 25 años comenzó una iniciativa conservacionista denominada «Proyecto Carmesí» (Project Crimson) con la misión de «hacer posible que el pohutukawa vuelva a florecer en su hábitat natural, como un icono en los corazones y las mentes de los neozelandeses». El programa está siendo un éxito, se ha ampliado a otras especies de árboles nativos y a restaurar todo el ecosistema; incluye aspectos de investigación y de educación ambiental. Se han plantado unos 600.000 árboles nativos, con la colaboración de las comunidades locales y las escuelas. Como símbolo del cambio de mentalidad realizado en estos años, gracias en parte a este proyecto, sus impulsores se enorgullecen de que en las tarjetas navideñas de Nueva Zelanda cada vez se ven menos muñecos de nieve y en cambio más flores rojas de pohutukawa.

Diseño de tarjeta navideña por Tanya Wolfkamp.

Diseño de tarjeta navideña por Tanya Wolfkamp.

Los metrosideros de Hércules

En La Coruña, un bosquete de jóvenes metrosideros embellece el parque escultórico de la Torre de Hércules; promontorio donde el héroe de la mitología clásica venció al gigante Gerión y allí enterró su cabeza. En ese rincón acogedor del hemisferio boreal, durante los días del solsticio de invierno, el viento y el fuerte oleaje humedecen los árboles del parque con agua salada del océano. Gotas marinas evocadoras de sus ancestros, los pohutukawas, que allá en las costas antípodas lucen su esplendor carmesí por Navidad.

¡Feliz Navidad a los lectores del blog!

Metrosideros&Torre-Hércules

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¹ La descripción de Solander quedó inédita y años más tarde, en 1788, fue recogida en la publicación del botánico alemán, Joseph Gaertner, dedicada a las semillas y frutos: De fructibus et seminibus plantarum. Academiae Carolina, Stuttgart. El nombre válido de la especie por tanto incluye a los dos autores: Metrosideros excelsa Sol. ex Gaert.

² Existe una revisión reciente sobre la biología y ecología de esta especie en su lugar de origen: Bylsma RJ, BD Clarkson y JT Efford (2014) Biological flora of New Zealand 14: Metrosideros excelsa, pohutukawa, New Zealand Christmas tree. New Zealand Journal of Botany, 52: 365-385.

Escrito por Teo, jueves 24 diciembre 2015.

Enlaces

Artículo en El País (2008) sobre el metrosidero centenario de Coruña y su relación con Nueva Zelanda

Decreto que regula el Catálogo Gallego de Árboles Singulares

Inventario del arbolado de la ciudad de La Coruña

Colección de láminas botánicas de la expedición del Endeavour en el Museo de Historia Natural de Londres

Proyecto Carmesí (Project Crimson) para la conservación de Metrosideros excelsa en Nueva Zelanda

Informe del Departamento de Conservación de Nueva Zelanda sobre Metrosideros excelsa, ecología e historia (Simpson, 1994)

Mil y una historias del Jardín

Un Jardín Botánico es una fuente inagotable de historias. Cada uno de los árboles de un Jardín o Arboreto tiene su propia historia, la del árbol individual que ha vivido muchos años. También lleva en su ADN las historias de su especie, historias de linajes evolutivos antiguos o recientes, de usos tradicionales y simbología en tierras remotas o próximas.

Árboles que cuentan historias

Cuando el tren me llevó a Coimbra (Portugal) el pasado mes de junio, dejé la maleta en el hotel junto al río Mondego y subí por las callejuelas hasta la puerta del Botánico. La cancela era majestuosa, de hierro forjado con aplicaciones de bronce; y estaba abierta, sin ningún tipo de control o barrera, invitando al paseante a disfrutar de los árboles y su sombra, del frescor de las fuentes, la calma y la tranquilidad. La luz del atardecer y la temperatura suave creaban una atmósfera placentera.
Coimbra_gate
Siguiendo un ritual antiguo de cortesía, fui a visitar a los personajes más venerables del lugar, dos árboles con más de 200 años. Uno que llegó desde Extremo Oriente, el cedro del Japón, y el otro que vino de América del Sur, en Occidente, el frijolero de Indias.

CryptomeriaEl cedro japonés, sugi (en japonés) o criptomeria (Cryptomeria japonica) es el árbol nacional del Japón y se planta con frecuencia alrededor de los templos. Aunque le llaman «cedro» es de la familia Cupresácea y se parece más a las sequoias, con la corteza rojiza, fibrosa, que se deshilacha en tiras verticales. El género Cryptomeria es endémico de Japón y solo tiene una especie. Ha sido explotado desde antiguo por su madera y solo quedan algunas poblaciones naturales, pequeñas y fragmentadas, estando incluido en la Lista Roja de especies amenazadas de la IUCN. Por otra parte, las plantaciones de criptomeria se han extendido por todo el mundo, debido al valor de su madera rojiza y aromática, y también se ha plantado ampliamente como árbol ornamental, existiendo varios centenares de variedades.

La venerable criptomeria de Coimbra, con sus dos siglos de vida, sin embargo resulta joven para la esperanza de vida de su especie, más de mil años. El paraíso de las criptomerias está en la Reserva de la isla Yakushima, al sur de Japón. Las montañas de la isla gozan de un ambiente templado y muy húmedo (entre 4.000 y 10.000 mm de lluvia anual) y están cubiertas por una vegetación densa, con árboles muy viejos cubiertos de musgo. En ella abundan las criptomerias milenarias, localmente llamadas yakusugis, muchas de ellas conocidas por sus nombres propios y veneradas tradicionalmente. La más famosa es la Jōmon sugi, con un tronco de 16,4 m de circunferencia y 25 m de alta, cuya edad se ha estimado en más de 3.000 años. Su nombre evoca a la antigua cultura Jōmon, cazadores-recolectores que hacían vasijas de cerámica, de la que debió ser contemporánea. Esta atmósfera selvática, de árboles viejos, musgo y nieblas inspiró a Hayao Miyasaki (Tokio, 1941) para los escenarios de su personaje de “anime” Mononoke, la heroína del bosque. Es tan popular que uno de los senderos de la Reserva ha sido bautizado como «El bosque de la princesa Mononoke».

A pocos metros se encuentra el frijolero de Indias (feijoeiro-da-india en portugués), eritrina, ceibo o seibo (Erythrina crista-galli), cuya semilla llegó desde Brasil, donde viven sus parientes silvestres; por tanto a unos 19.000 km de distancia de los yakusugis milenarios. Es la oportunidad que nos ofrece un Botánico, poder disfrutar en un espacio relativamente pequeño, de árboles muy diferentes que provienen de puntos muy alejados del planeta.

Este otro árbol venerable, el seibo, no puede ser más diferente de su vecina la esbelta, siempreverde criptomeria; tiene un tronco bajo, torcido y hueco, y pierde las hojas en invierno (es caducifolio). La madera ligera, porosa y de poca durabilidad se usa para tallas y molduras y para fabricar celulosa o carbón. Tiene una corteza suberosa, por lo que en Brasil lo llaman corchero (corticeira). En contraste también con el carácter relicto de la criptomeria (única especie de su género), el seibo es una de las 130 especies del género Erythrina (en la familia Fabácea), que se extiende por las zonas tropicales y subtropicales del mundo. En Sudamérica (Brasil, Argentina, Bolivia, Paraguay y Uruguay) es un árbol abundante en zonas pantanosas y bosques de ribera.
ErythrinaLo más llamativo de esta especie es su floración en primavera. Los árboles se cubren de racimos de flores de color rojo carmín, que explican su nombre específico latino crista-galli (cresta de gallo) y el inglés coral tree (árbol del coral); también que se haya extendido su uso como planta ornamental en las regiones con inviernos suaves del mundo. Esta flor singular tiene además un carácter simbólico y ha sido elegida como flor nacional de Argentina y Uruguay. Estará para siempre unida a la triste leyenda de la valiente Anahí, quien defendiendo a su pueblo guaraní fue quemada en la hoguera y se transformó en un ceibo florido. Como dice la canción: «Anahí, tu raza no ha muerto, perduran sus fuerzas en la flor rubí».

Una vez presentados mis respetos a los ancianos, me acerqué al árbol más alto del Jardín, un Eucalyptus obliqua centenario que alcanza los 42 m. Hace 100 años los eucaliptos estaban de moda y gracias a los intercambios con el Botánico de Melbourne la colección de Coimbra llegó a contar con más de 50 especies (aunque muchas se han perdido); una pequeña muestra de las más de 700 especies del género Eucalyptus (en la familia Mirtácea). No son tan famosos como las sequoias (gimnospermas), pero los eucaliptos pueden presumir de ser las angiospermas (plantas con flores) que alcanzan mayor altura. El récord lo tiene Centurion, un magnífico ejemplar de E. regnans de Tasmania, con una edad estimada de 400 años y que llega casi a los 100 m (la última medición exacta, realizada por escaladores resultó en 99,6 m). En Tasmania existe un «Registro de Árboles Gigantes» (que superan los 85 m), con más de 100 árboles medidos y georreferenciados, la mayoría con sus nombres propios. Todos son eucaliptos y en un 90% de la especie regnans. También hay algún E. obliqua, como el Rey Fibroso (King Stringy, por su corteza fibrosa) con 86 m; el doble que el “gigante” del Jardín. Con ayuda de este Registro se quiere proteger, gestionar y promocionar los Árboles Gigantes de Tasmania, «por su reconocido significado cultural y su capacidad para inspirar respeto y asombro».

A_bidwilliiContinué mi paseo por la alameda de los tilos hasta que un pajarillo trepando nervioso por el tronco de un árbol llamó mi atención. Era un agateador común (Certhia brachydactyla) buscando insectos y pequeñas arañas por el tronco oscuro y rugoso de una araucaria. Me acerqué y reconocí el porte columnar y las hojas triangulares, coriáceas y punzantes, verde oscuro, típicas de A. bidwillii, una de las 19 especies del género Araucaria. La familia Araucariácea es un linaje antiguo que se extendía por todo el mundo durante el Jurásico (hace 180 millones de años). La mayoría de las poblaciones actuales son relictas, fósiles vivientes, restringidas a diversos refugios en el Hemisferio Sur.

La especie A. bidwillii es endémica del NE Australia. Su característica más extraordinaria es el tamaño descomunal de sus frutos: hasta 30 cm y 10 kg, conteniendo de 50 a 100 semillas. Los árboles producen frutos cada varios años, lo que se llama «vecería» o masting (en inglés). En el Jardín, cuando llega la época de fructificación de esta gran araucaria se impide el acceso del público bajo su copa para evitar algún accidente provocado por la caída de las enormes piñas. Fue descrita como especie nueva en 1843 a partir del material llevado a Londres por el botánico inglés John C. Bidwill (1815-1853). Sin embargo, era bien conocida desde antiguo por los primeros pobladores de Australia.

Los Aborígenes llegaron a la isla hace unos 50.000 años, eran cazadores-recolectores y su supervivencia dependía del conocimiento de la naturaleza y de la autorregulación en el uso de los recursos naturales. El árbol que llamaban bunya (para nosotros Araucaria bidwillii) era sagrado para ellos. Cuando maduraban sus enormes piñas, cada 2-7 años, los custodios de las Montañas Bunya avisaban a las tribus vecinas. En el Festival Bunya, que duraba semanas a final del verano (diciembre-marzo), se podían reunir hasta 2.000 aborígenes de distintas tribus, algunos llegaban caminando desde varios cientos de kilómetros. Se formaban campamentos en la base de la montaña, durante el festival se respetaba una tregua en las disputas tribales y se aprovechaba para el intercambios de bienes y de información. Los custodios subían a los árboles e iban tirando las piñas maduras (hasta 50 piñas en un solo árbol). Los piñones se comían tostados o se molían para formar una pasta que era cocida en forma de pan. La dieta de la fiesta se completaba con carne de animales cazados y otros alimentos recogidos en la zona. Durante la noche se encendían fogatas y tenían lugar cantos, bailes y se contaban historias. Posiblemente estas concentraciones tribales de gran significado social y cultural, alrededor del árbol bunya y sus frutos nutritivos, tuvieron lugar durante miles de años en Australia. Sin embargo el final fue abrupto; parece que el último Festival Bunya se celebró en 1875. En solo 100 años, los colonos europeos recién llegados a la isla, expulsaron a los custodios aborígenes, talaron los bosques de bunya y los transformaron en pastos y granjas.

Afortunadamente un reducto del bosque de araucarias fue protegido en el Parque Nacional de las Montañas Bunya, con 19,493 ha. Se puede seguir admirando en su estado natural la majestuosidad de estos árboles antiguos, que para los aborígenes (supervivientes) representan un símbolo del sustento y de la confraternización en armonía. Aunque los Festivales Bunya y su vínculo material y espiritual con el bosque solo quedan en la memoria de sus antepasados.

El Jardín de las historias sin fin

El propio espacio del Jardín tiene también su historia particular. En lo que fueron huertas y jardines de los conventos de San Benito, de Santa Ana y de San José de los Marianos se fundó en 1772 el Jardín Botánico de la Universidad de Coimbra. Formaba parte de la reforma universitaria emprendida por el Marqués de Pombal, primer ministro de José I, para potenciar la Historia Natural y la Medicina.

En sus 243 años de historia, el Jardín ha evolucionado al ritmo de los cambios académicos de la Universidad de Coimbra, y en general de los cambios sociales y políticos de Portugal. Una de las figuras que destaca en su historia es la del botánico Félix da Silva Avelar Brotero (1744-1828) que fue su Director durante 21 años (1791-1811). Amplió, renovó y reestructuró el Jardín, centrando sus funciones en el estudio de la botánica y la agricultura. En la entrada principal podemos ver su figura en mármol, disertando desde su sillón de catedrático, bañado por la suave luz que se filtra a través de las copas de dos ginkgos (Ginkgo biloba) machos de casi 100 años.
BroteroEl Jardín Botánico del siglo XXI debe estar en contacto con la sociedad y realizar una labor de divulgación de la ciencia botánica y de la cultura asociada a las plantas. El de Coimbra ha tenido una iniciativa ejemplar, un equipo multidisciplinar de biólogos, periodistas y comunicadores de ciencia publicaron durante 52 semanas (desde mayo 2013 a mayo 2014) sendos artículos en el Diario de Coimbra; historias sobre las plantas, la arquitectura y el paisajismo, y sobre las personas que fueron forjando el actual Jardín Botánico. Los artículos han sido recogidos en un libro titulado No Jardim há histórias sem fim (En el Jardín hay historias sin fin)¹.

El visitante que admira los árboles del Jardín, pasea por sus rincones percibiendo gratas sensaciones de aromas, colores y sonidos, puede trasladar sus impresiones y evocaciones a un poema o a una acuarela, o acaso puede escribir una entrada de blog o colgar una foto en Instagram. Habrá entrado a formar parte de las mil y una historias del Botánico de Coimbra.

____________________
¹ Screck Reis, C., Gonçalvez, L., Azevedo, C., Trincão, P. (2014). No Jardim há histórias sem fim. Jardim Botânico da Universidade de Coimbra e Imprensa da Universidade de Coimbra, Coimbra, Portugal.

Agradecimiento: a Carine Azevedo que me sirvió de guía y narradora de las historias del Jardín y a Daniel Montesinos que me acompañó en la trepa por las copas de los árboles de la Mata.

Escrito por Teo, jueves 22 octubre 2015.

 

Enlaces
Web del Jardín Botánico de la Universidad de Coimbra
Artículos publicados en el Diario de Coimbra sobre el Botánico
Divulgación en Facebook del Botánico de Coimbra

Cryptomeria japonica en la Lista Roja de la IUCN
Árbol milenario de Cryptomeria japonica en Wikipedia
El bosque de la princesa Mononoke

El ceibo y la leyenda de Anahí

Registro de los árboles gigantes de Tasmania

Primera descripción de Araucaria bidwillii en 1843
Parque Nacional de las Montañas Bunya en Australia

Otros Jardines Botánicos y entradas relacionadas en este blog:
Botánico de Roma
Botánico de Valencia
Sobre la Araucaria cunninghamii de Sevilla

Árbol de los Deseos

El deseo forma parte de la naturaleza humana. Según el pensamiento occidental, es un motor vital que impulsa nuestra conducta y nos mueve a realizar acciones para satisfacerlo. Cuando se anhela algo con vehemencia, somos capaces de hacer cuanto sea necesario para obtenerlo. El deseo está en el origen de la superación personal, es una pulsión de vida, una fuerza inspiradora que nos lleva a la creatividad.

En cambio, en contextos filosóficos orientales como el budista, el deseo es la causa de todo sufrimiento. Se sufre por no poder alcanzar los deseos. El deseo paraliza y obstaculiza el progreso espiritual.

Los deseos son tan importantes en la vida humana que, tanto en las culturas antiguas como en las actuales, se han desarrollado rituales para pedir que se cumplan. Existe una variedad de tradiciones, laicas y religiosas, para dar forma al acto de pedir que se nos concedan nuestros anhelos. A través del rito, manifestamos los íntimos deseos y dirigimos nuestra petición a Dios u otra divinidad, al cosmos, a las fuerzas de la naturaleza o a la fuerza del destino (según la fe de cada cual), en la confianza de que estos entes ostentan el poder de concederlos.

Quizás no somos conscientes, pero en muchos momentos de la vida cotidiana realizamos pequeños rituales de este tipo: cuando vemos una estrella fugaz, cuando soplamos las velas de cumpleaños, cuando tomamos las doce uvas de Año Nuevo o cuando brindamos por la buena travesía de una nueva aventura personal o profesional. De manera colectiva, está extendida la práctica religiosa de asistir a un templo a realizar plegarias de petición de deseos.

En algunas creencias y culturas el rito consiste en acudir a un árbol, el Árbol de los Deseos, un árbol individual concreto que los devotos creen que tiene el poder de cumplirlos. La petición se realiza mediante ofrendas o notas con los deseos escritos que se cuelgan de sus ramas. El árbol representa así al ”Ser que Concede los Deseos”, ya sea el espíritu de la naturaleza, una deidad o el cosmos mismo. Esta antigua tradición se mantiene en diversas partes del mundo como Japón, China, India y otros lugares; también en Europa permanecen vestigios de ella en algunos enclaves como Escocia e Irlanda.

Imagen de Kalpa Vriksha

Imagen de Kalpavriksha

Hoy en día, el rito del Árbol de los Deseos está resurgiendo con fuerza renovada en la sociedad occidental. Una parábola, una obra de arte (instalación) y un relato infantil nos ilustran la importancia de estos “árboles” en nuestra cultura.

Una parábola

En la mitología india, aparece el “Árbol que Concede los Deseos”, Kalpavriksha en sánscrito (Wish Fulfilling Tree en inglés), un árbol considerado sagrado entre los hindúes. Sobre este Árbol de los Deseos, se cuenta una parábola en los textos antiguos indios de la que se conocen diversas versiones:

Un sofocante día de verano, un viajero caminaba muy cansado a causa del calor. A un lado del camino vio un gran árbol y fue a sentarse junto al tronco para descansar y disfrutar de la sombra. En la fresca sombra del árbol se puso muy contento. Entonces se dijo a sí mismo:
—¡Qué afortunado sería si también pudiera tener un vaso de agua fresca!
Al instante, apareció un jarro con agua. Después de tomar el agua, pensó:
—Ahora ya sacié mi sed, pero cuán feliz sería si aquí hubiera una buena cama, pues este suelo es muy duro y áspero.
De inmediato apareció una suave cama. Entonces pensó:
—Ni en mi casa tengo una almohada ni una cama así. Si mi esposa estuviera aquí y viera esto, ¡qué feliz sería!.
Al momento, también apareció su esposa. Entonces el hombre pensó para sí:
—Estoy en un área remota y cerca de un bosque; podría venir un tigre y devorarme.
En un segundo apareció un tigre y ¡se lo comió!

Dice el gurú Sai Baba (India, 1926-2011) al respecto de esta parábola: “El árbol bajo el cual el hombre se había sentado era el Árbol que Cumple todos los Deseos. Este mundo en que vivimos es un mundo-árbol de los deseos. Estamos sentados bajo su sombra. Si tenemos deseos o pensamientos malos, nos sucederá el mal y, si pensamos bien, el bien nos llegará. Por lo tanto, cuando nuestros pensamientos, sentimientos y acciones son puros, el árbol de los deseos del mundo nos dará las cosas buenas que deseamos. Tanto el bien como el mal vienen solamente de nuestros corazones, nunca vienen del exterior. Es por eso que debemos mantener nuestros corazones tan puros como sea posible”.

En la tradición popular española, contamos con el proverbio de enseñanza semejante “hay que tener cuidado con lo que se desea porque se puede cumplir”.

Una obra de arte

En la actual expansión de los «Árboles de los Deseos» (Wishing Trees, en inglés) en la cultura occidental ha tenido gran influencia la obra de la conocida artista Yoko Ono. Yoko Ono vivió la tradición del Árbol de los Deseos durante su infancia en Japón. Cuenta que, de pequeña, solía ir a un templo y escribir su deseo en una pequeña pieza de papel que después ataba a la rama del Árbol de los Deseos situado en el patio del santuario.

La artista japonesa se adhirió al arte conceptual, en el que el contenido, el mensaje y el estímulo del pensamiento crítico son más importantes que la forma física y el empleo de técnicas de realización. Sus obras (escritura, música, películas, dibujos, instalaciones, etc.) tratan temas como la libertad de pensamiento, la paz, la lucha contra el racismo y el sexismo, o la valoración de las pequeñas grandes sensaciones cotidianas. Su arte se caracteriza por la economía de recursos con la que logra un máximo efecto.

Yoko Ono comenzó a trabajar el motivo del Árbol de los Deseos en la década de 1990 y sigue en la actualidad. En sus exposiciones, aprovecha la presencia de un árbol (que suele estar en los jardines de los museos) para hacer una instalación de arte; deposita papeles y lápices junto al árbol e invita a los asistentes a la instalación a escribir sus deseos en los papeles y colgarlos de las ramas, convirtiéndolo así en un Árbol de los Deseos.

Sus Árboles de los Deseos se han instalado en museos de diversos países como EE UU ( Jardín de las Esculturas del Museo de Arte Moderno de Nueva York, 2010 y en el Museo Hirshhorn de Washington DC, 2007), Reino Unido, Finlandia, India y España (Guggenheim de Bilbao, 2014). En cada país, la artista usa diferentes especies de árboles para sus instalaciones, y una vez concluida la exposición, recolecta todos los deseos proporcionados por los visitantes. El éxito de participación es tal que finalmente ha concebido un destino para ellos. En Reikiavik (Islandia), ha construido la instalación «Torre Imagina La Paz» (Imagine Peace Tower, en inglés), se trata de una torre de 10 metros de radio que emite una columna de luz azul intenso hacia lo hondo del cielo y en su base, en el pozo de los deseos, acoge los deseos expresados por miles de personas de todo el mundo.

Foto de Naomi Sachs del Árbol de los Deseos de Yoko Ono en Washington DC.

Foto de Naomi Sachs del Árbol de los Deseos de Yoko Ono en Washington DC.

El concepto interesante que propone Yoko Ono es la certidumbre de la fuerza del deseo, como energía que mueve y desencadena cambios a favor de su realización. Los deseos reunidos, puestos juntos, conforman una gran plegaria colectiva dirigida al Universo. Aunque ella reúne todos sin distinción –los personales y los colectivos, los más generosos y los menos-, su confianza se sustenta en el ideario que compartió con su fallecido esposo el ex-beatle John Lennon; los deseos globales de paz y de un futuro mejor para la humanidad que quedaron recogidos en la emblemática canción Imagine: «Imagina a todo el mundo viviendo la vida en paz, imagina a todo el mundo compartiendo el mundo…»

Quien desee sumarse a esta plegaria universal Ono-Lennoniana puede hacerlo enviando su expreso deseo a esta dirección.

Un relato infantil

El Árbol de los Deseos (The Wishing Tree), publicado por primera vez en 1964, es el único cuento para niños del escritor estadounidense, Nobel de Literatura, William Faulkner (1897-1962)¹. Situada en el sur de EE UU, la historia cuenta la aventura de la niña Dulci, acompañada de su cuidadora Alice, su hermano pequeño Dicky, su vecino George y su sorprendente amigo pelirrojo Maurice, en busca de El Árbol de los Deseos. Un viejecito peculiar y un soldado, que resulta ser el marido de Alice, se unen a la búsqueda.

wsh1En mitad de un bosque, encuentran un precioso árbol de hojas blancas y cada uno coge una hoja, tan pronto como las tocan, las hojas cambian de color, un color diferente para cada uno, según el color de los deseos de cada cual. A partir de ese momento los deseos comienzan a cumplirse, pero también empiezan a tener deseos egoístas que complican bastante las cosas. Finalmente, después de experimentar las malas consecuencias de los deseos que hacen daño a otros, Dulci y sus acompañantes se dan cuenta del valor de tener deseos que beneficien a todos y no solo a uno mismo.

El relato es fresco, sorprendente, original, con magnífica prosa, humor irónico y trasfondo filosófico moral. Estimula  a reflexionar con pequeños y mayores sobre la naturaleza de nuestros deseos y sus consecuencias, sobre los deseos egoístas y los deseos generosos, sobre los deseos que nos ayudan a crecen y los que entorpecen nuestro buen discurrir por la vida.

Los Deseos del Árbol

El Árbol de los Deseos nos concede los deseos que le pedimos. Pensemos ahora en los propios árboles, ¿tienen deseos? Seguramente sí.

Trato de imaginar que soy un árbol, y me pregunto cuáles serían mis deseos. Si John Lennon hubiera hecho este ejercicio de empatía tal vez hubiera plasmado algunas posibles aspiraciones de los árboles en su célebre canción:

Imagina a todos los árboles
viviendo el día a día,
con abundante tierra y agua,
y con aire limpio.
Imagina a todas las personas y todos los árboles
compartiendo el planeta.
Espero que algún día te unas a nosotros
y el mundo sea uno solo…²

_____________________________

¹ Faulkner, W. 2010. El Árbol de los Deseos. Traducido por Jose Luis López Muñoz, Alfaguara, Madrid (edición original en inglés de 1964).
² La Declaración de los Bosques de Nueva York proclamada por las Naciones Unidas en 2014 termina con el deseo-compromiso de «un mundo donde las personas y los árboles crezcan juntos».


Escrito por Rosa, jueves 8 de enero 2015.

Fuentes
Parábola india del Árbol de los Deseos, según Sai Baba.

El Árbol de los Deseos en el arte de Yoko Ono.
«Torre Imagina La Paz», Reikiavick (Islandia).
En este blog, post Alcornoque de los deseos.
En este blog, deseos a la Virgen en el post Nuestra Señora del Roble

Nuestra Señora del Roble

Paseando por arboledas, a veces llego a lugares en los que de repente siento algo indescriptible que me obliga a detenerme. Puede que sea la majestuosidad de un árbol concreto que parece hablarme, o bien la luz, o la atmósfera de encantamiento que envuelve un recoleto grupo de árboles. Lo cierto es que me siento traspuesta; mi mente se acalla de inmediato y mi ánimo da un salto hacia dentro, hacia mi consciencia más profunda; entro en estado de éxtasis por el impacto de la belleza conmovedora de los árboles.  En esos momentos puedo comprender la admiración y reverencia que sintieron por los árboles los pueblos antiguos, pues su poder silencioso me alcanza.

Un día de primavera, explorando las arboledas alrededor del pueblo de Constantina (Sierra Norte de Sevilla), descubrí la ermita de la Virgen del Robledo. Ya conocía advocaciones de la Virgen relacionadas con el mundo vegetal, sin embargo, desde que escribo este blog, era la primera vez que me encontraba en un lugar concreto donde se había manifestado esta misteriosa relación Virgen-Árbol. En la tradición católica hay muchas manifestaciones de vínculo espiritual de los árboles y arboledas con la figura de la Virgen María que muchos autores conectan con veneraciones a los árboles sagrados de los tiempos precristianos.

Ermita_Robledo_Constantina

En la religión católica la Virgen María recibe muchos nombres complementarios o advocaciones que la relacionan con árboles. En esos casos los nombres de árboles o de formaciones boscosas se añaden a “Virgen”, “Santa María” o “Nuestra Señora”. El origen de estas denominaciones casi siempre está vinculado a apariciones de la Virgen sobre las ramas de algún árbol o a los hallazgos de imágenes marianas escondidas en oquedades de troncos. Son sucesos envueltos en cierto misterio que suelen ir acompañados de episodios milagrosos y del inicio de una fervorosa devoción popular, con la consiguiente edificación de una ermita o santuario en el lugar arbolado.

El culto a estas advocaciones marianas relacionadas con sitios boscosos o con algún árbol, está bastante extendido por Europa y América. En España, se puede encontrar toda una variedad de advocaciones arbóreas de la Virgen, que son usadas como nombres propios de mujeres y niñas.  Como ejemplos de nombres con árboles, se pueden citar la Virgen del Pino, del Olmo, del Sauce, del Fresno, del Enebro, de la Sabina, de la Palmera (o de la Palma), de la Higuera, del Almez y del Tejo; y de nombres con arboledas, la Virgen del Hayedo, de la Olmeda, del Pinar y del Enebral. También existen advocaciones relativas a especies cultivadas como la Virgen del Castaño, del Cerezo, del Manzano, de la Oliva, del Olivar, del Avellanar y de la Nuez¹.

Los árboles que más veces aparecen en las advocaciones marianas son los cuercos (especies del género Quercus), tanto los robles (Virgen del Roble, del Robledo, de la Carballeda, del Carballo, del Rebollet y del Roure), como la encinas (Nuestra Señora de la Encina, del Encinar o del Carrascal). Hay que recordar que en Europa el roble era venerado como árbol sagrado durante los tiempos precristianos.

Me he detenido a explorar con más  atención tres ejemplos de esta asociación de la Virgen con el roble. La más cercana es la Virgen del Robledo de Constantina (en la provincia de Sevilla donde resido, en España), la segunda es Nuestra Señora del Roble, al otro lado del Atlántico, en México, y por último, María del Roble en Alemania. Tres historias diferentes pero con mucho en común.

Virgen del Robledo, Constantina, España

La leyenda cuenta que:

Virgen del RobledoEn el  paraje conocido como “El Robledal”, un joven pastor llamado Melchor estaba cuidando sus ovejas y de repente vio en un roble un intenso resplandor, al acercarse  descubrió a la Virgen María encima de las ramas del árbol.  Fue a contarlo al pueblo, pero nadie le creyó y el cura de la parroquia le pidió alguna prueba. El pastor volvió hasta el roble y la Virgen le dijo que cuando regresara al pueblo los vecinos se habrían curado de la peste bubónica, que entonces azotaba a la villa, y que ante el sacerdote se descubriera el pecho. 

Cuando llegó a Constantina le dijeron que los enfermos habían sanado y, al encontrarse con el cura, se descubrió el pecho y tenía una rosa grabada en su piel. Entonces, todos los vecinos del pueblo se dirigieron al árbol de la aparición a rezarle a la Virgen. Poco después, en ese lugar se levantó una pequeña ermita para darle culto. La imagen, tomó el nombre de la arboleda “Virgen del Robledo” y con el tiempo se convirtió en la Patrona de la localidad.

La Hermandad de Nuestra Señora del Robledo de Constantina data de antes de 1568. La primera imagen de la Virgen fue destruida en 1936 (durante la Guerra Civil); en 1937, el imaginero Castillo Lastrucci realizó una talla que es la que hoy se conserva.

Cada agosto la Virgen es trasladada desde la ermita a la parroquia de la villa y el último sábado de septiembre se le devuelve a su ermita en romería popular.

Nuestra Señora del Roble, Monterrey, México

La leyenda cuenta que:

En 1592, el misionero franciscano Fray Andrés de León, antes de salir a evangelizar una tribu cercana, colocó una imagen de la Virgen en una oquedad de un roble para protegerla de las incursiones de los indígenas nómadas hostiles. Poco después, el ataque de tribus próximas o la rebelión de los indios evangelizados obligó a los misioneros y conquistadores a abandonar la misión a toda prisa sin recoger la imagen, que quedó allí abandonada. 

Años más tarde, alrededor de 1626, cuando ya se había fundado la ciudad de Monterrey (México), una pastorcita que cuidaba un rebaño de cabras oyó que la llamaban insistentemente desde un roble y se acercó con curiosidad al lugar de donde procedía la vocecilla misteriosa. Para su sorpresa, encontró en la oquedad del tronco la pequeña imagen de la Virgen María envuelta en luz  y desprendiendo un suave olor. Rápidamente corrió y avisó a sus padres y al cura, quien se convenció de la veracidad de la manifestación de la Virgen y pidió a sus feligreses que llevaran en procesión la imagen mariana a la iglesia parroquial. 

Mural Basilica del Roble 2

Pero a la mañana siguiente la Virgen no estaba en la parroquia, sino que había vuelto al mismo hueco del roble donde la niña la hallara. El hecho se repitió tres veces, por lo que finalmente decidieron edificar un templo donde estaba el árbol.

Hoy, en el lugar de la primera capilla, existe la basílica de Nuestra Señora del Roble, con el campanario más alto de todo México, donde se sigue venerando la misma imagen que encontró la pastorcilla hace 400 años. La figura es una pequeña escultura de 58 cm, hecha de una mezcla de corazones de maíz y bulbos de flores, el material que usaban los escultores indígenas del siglo XVI.

La Virgen de Roble también es conocida como la Virgen de la Frontera, la Reina del Norte y la Virgencita Reinera porque a ella no solo acuden devotos de Monterrey sino de todos los pueblos fronterizos que vienen a pedirle protección y consuelo. Tiene dos fiestas, la de mayo, por su coronación,  y la del 18 de diciembre, como Patrona de Monterrey.

María del Roble (Maria Eich), Planegg, Alemania

En la región alemana de Baviera, a 32 km al sur de Múnich, en el municipio de Planegg, se encuentra un santuario dedicado a María del Roble (Maria Eich en alemán). La ermita se encuentra en un área forestal recreativa (Kreuzlinger Forest), en mitad de una arboleda de robles y tilos. Esta es su leyenda:

En 1710, los dos hijos jóvenes de un herrero realizaron una pequeña estatua de hierro (de solo 20 cm) de la Madre María. Colocaron la estatua en el hueco de un viejo roble, pero con el paso del tiempo la “Virgencita del Roble” fue olvidada.

Tiempo después, dos chicas encontraron la estatua de la Virgen, que ya era apenas visible pues el roble había crecido y casi engullido la pequeña figura mariana. Las dos jóvenes padecían una terrible enfermedad y, por eso, se arrodillaron y le pidieron a María que recobraran su salud. De forma milagrosa las jóvenes se curaron y, como reza el lema, ¡María las ayudó! 

maria-eich-1932Para expresar su gratitud, el padre de las dos jóvenes, levantó una sencilla capilla de madera frente al roble, tomó la estatua del tronco y la colocó dentro de la capilla. 

Hoy en día el santuario es una iglesia pequeña, construida en 1958 y ampliada  en 1966. Detrás del altar, donde se venera a la imagen de María, se accede a una habitación donde está el tronco del árbol centenario que sale hacia el cielo por un agujero en el techo de la habitación. En las paredes y techo hay cientos de postales y cartas escritas por los peregrinos pidiendo ayuda o agradeciendo los favores concedidos². La ermita es cuidada por unos monjes agustinos que viven en un convento edificado junto a la ermita.

Huellas de tradiciones y símbolos antiguos

El culto y la peregrinación en santuarios inmersos en bosques son prácticas que se repiten a lo largo y ancho del mundo católico. Pueden reconocerse algunas trazas de tradiciones de otras épocas con las que guardan conexión.

En las sociedades antiguas la gente dependía de los bosques, los árboles eran importantes elementos de su ambiente. Personificaban el ciclo mismo de la naturaleza. Por ello, los diversos pueblos los eligieron para simbolizar el cosmos, la vida, la inmortalidad y la sabiduría. Los árboles expresaban todo lo que se consideraba sagrado y lo encarnaban ellos mismos. Eran los intermediarios entre la tierra, donde están enraizados, y el cielo, hacia donde apuntan sus copas; representaban el paso de la consciencia humana desde el nivel de la existencia cotidiana a un nivel superior, más próximo a la perfección, a lo espiritual o a lo divino.

Por su marcado poder simbólico, las arboledas y los árboles portentosos fueron los primeros santuarios donde los habitantes se reunían a expresar su espiritualidad y a comunicarse con lo sagrado. También fueron lugares de importancia social, pues alrededor del árbol se celebraban actos y rituales de interés para la comunidad como la impartición de justicia, la resolución de conflictos o los nombramientos de jefes.

Con la llegada de los primeros misioneros cristianos, muchos árboles sagrados fueron destruidos, tanto en Europa (en especial en la antigua Germania³) como en América. Sin embargo, se podría asegurar que el mito del árbol sagrado en general, y del roble sagrado en particular, y su ancestral sentido simbólico ha perdurado en la consciencia colectiva. Tal vez en el origen de las numerosas apariciones y hallazgos marianos haya una llamada desde el fondo de la consciencia colectiva a volver a la sencilla espiritualidad en torno a los árboles y a la naturaleza como representantes de lo sagrado.

Por otro lado, el símbolo cristiano de la Virgen María tiene algo en común con los árboles. En el santuario de María del Roble (Alemania), de una forma popular y espontánea, los peregrinos han creado un modo de comunicar sus peticiones de ayuda o su gratitud por la intervención divina escribiendo notas dirigidas a María. El papel de María, como mediadora entre los fieles y el ser supremo Dios Padre, recuerda al del árbol como enlace entre la tierra y el cielo. Ambos son concebidos como puertas de acceso al poder divino.

Otra interpretación simbólica que me resulta interesante, es la que relaciona a la figura de la diosa femenina con elementos de la naturaleza. La figura maternal y protectora de María podría ocupar el papel de cultos antiguos dedicados a diosas de la naturaleza como Diana/Artemisa y otras. Existen advocaciones marianas en relación a cuevas, manantiales y otros elementos de la naturaleza. Igual que el árbol, en estas advocaciones, María puede verse como pura manifestación de la naturaleza, una abertura a través de la cual, como del árbol o del manantial, emana la energía de la diosa madre Tierra, maternal, generosa, vital, sanadora y renovadora.

En los tres casos referidos de culto a Virgen con Árbol, el encuentro con las imágenes o las apariciones milagrosas son protagonizados por niños y jóvenes de clase humilde, lo que suscita a pensar que el espíritu abierto, la inocencia y la sencillez son las cualidades necesarias de los peregrinos para acceder a la consciencia espiritual y al misterio de lo trascendente. Lo que nuevamente nos recuerda el modo de vida de las sociedades antiguas, más en contacto con la naturaleza, que favorecía la conexión con estados más elevados de la consciencia.

Epílogo

En lo más profundo de nuestra tradición cultural y religiosa pueden estar ocultos árboles invisibles. En un nombre que se hereda de abuela a nieta, como María del Robledo o María de la Palma (mi segundo nombre), o en una romería, que es una fiesta colectiva, expresión de la espiritualidad popular espontánea y de la cohesión de la comunidad.

"Sacred grove" por Greg Olsen.

Fragmento de «Sacred grove» por Greg Olsen.

Después de indagar en el misterio de la Virgen del Robledo y otras imágenes afines, me reafirmo en mi tesis inicial: existe un vínculo intemporal que une a nuestro espíritu con los árboles. Es un vínculo invisible pero potente, que puede manifestarse en un tranquilo recodo del camino boscoso o en un santuario retirado presidido por Nuestra Señora del Árbol; claro que solo lo percibiremos si nos abrimos al misterio como niños.

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¹ Mi amigo antropólogo Pedro Cantero me facilitó la referencia del artículo sobre advocaciones marianas relacionadas con plantas, en el que citan más de 70 relativas a árboles y más de 100 santuarios: R. Morales y L. Villar, Advocaciones de la Virgen con referencia al mundo vegetal, Revista de Folclore, 270: 212-216, año 2003.
² Artículo que describe la sociología del culto a Maria del Roble en Planegg, Alemania: D.B. Lee, Maria of the Oak: Society and the problem of divine intervention, Sociology of Religion, 70: 213-231, año 2009.
³ La leyenda de San Bonifacio cortando el árbol sagrado de los germanos se comenta en el post Siempreverdes en Navidad. En el texto latino de Tácito sobre Germania, se recoge la veneración de los árboles sagrados; ver el post Arminio y los bosques de Germania.


Escrito por Rosa, jueves 30 de octubre de 2014.

Enlaces

Post sobre cuercos (especies del género Quercus) en este blog.

Santuario Virgen del Robledo, Constantina, España.

Basílica Nuestra Señora del Roble, Monterrey, México.

La magia de los árboles de Ignacio Abella. Integral. Edición de1999.